EL MUNDO 02/09/13
SANTIAGO GONZÁLEZ
El 25 de febrero de 2013, Cospedal asombró al mundo con el concepto de la indemnización en diferido con retención a la Seguridad Social, porque «este señor, como sabe todo el mundo, dejó de prestar servicios en el PP y dejó de ser tesorero del PP y de ser senador del PP en el año 2010». Rajoy no afinó tanto en su comparecencia del 1 de agosto; se limitó a afirmar que «cuando yo llegué a presidente del Gobierno, el señor Bárcenas ya no estaba en el partido». En cambio, el partido, la gracia santificante, seguía estando en Bárcenas, como probaba la nómina del aludido correspondiente al mes de mayo de 2012 que publicó este periódico unos días más tarde.
Casi un mes después de la aportación de Cospedal, el 20 de marzo, fue detenido Juan Lanzas, el sindicalista que tenía billetes «como para asar una vaca», al decir de su madre, prueba evidente de que la izquierda tiene una gracia castiza que le falta a la derecha. UGT hizo pública aquel día una nota en la que afirmaba que Lanzas no pertenecía al sindicato desde 2002. En realidad, fue dado de baja el 26 de marzo de 2013, seis días después de su detención, y por no pagar la cuota mientras guardaba en casa 13 millones de euros, hay que joderse.
La derecha y la izquierda mienten y aquí, mi director, propone una Comisión para la Verdad y la Regeneración, como «una discoteca con dos pistas de baile. En una aplaudiríamos a Rajoy el día que bajara los impuestos o plantara cara a Mas, y en la otra le abuchearíamos según lo que fuera apareciendo».
No suena mal. Los objetivos son muy deseables, aunque quizá haya un problema con el medio, la comisión, y con el requisito que el director plantea en su carta: un acuerdo PP-PSOE para que la citada comisión pueda entrar a fondo en la corrupción.
Otro problema sería la selección de sus integrantes: unos hombres buenos, y sobre todo justos e independientes. Si los dos partidos mayoritarios de la democracia española no son capaces de renunciar a las cuotas, no ya para el órgano de Gobierno de los jueces o el Tribunal Constitucional, sino para una irrelevante tertulia radiofónica o televisiva, ¿por qué iban a hacerlo en cuestión tan principal y en la que tanto se juegan?
Se me ocurre, con toda la prudencia del mundo, que no he vuelto de agosto con la intención de enmendarle la plana a nadie –y menos a mi señorito–, hacer una modesta proposición. Recordarán ustedes la versión de Brian de Palma sobre la gesta de los Intocables para acabar con la carrera de Al Capone: al saber que los miembros del jurado habían sido comprados, Eliot Ness/Kevin Costner consigue que el juez cambie el jurado por el que está a punto de juzgar otro caso en una sala próxima.
Ésta es la cuestión, no tanto dos pistas como dos salas de Justicia con los jurados cambiados: en la que comparezcan los procesados por el caso Bárcenas, el jurado deberían integrarlo Elena Valenciano, Óscar López y afines. Para el caso de los ERE habría que contar con Floriano y algunos compañeros por él designados. Sería la única manera de hacer una Justicia ejemplar y ejemplarizante.