Alberto Ayala-El Correo
- Lo sucedido en la vieja Iruña es un hito político de primera magnitud; el apoyo de Otegi a Sánchez nunca ha sido ‘gratis et amore’
La izquierda abertzale ya tiene un gran trofeo político que adorne el giro posibilista auspiciado por Arnaldo Otegi. Pamplona, la capital del viejo reyno navarro, vuelve a estar dirigida por quien ya fue alcalde de la ciudad de 2015 a 2019, Joseba Asiron, por el apoyo del PSN-PSOE a la moción de censura contra quien hasta ayer ocupaba el cargo en minoría, la regionalista de UPN Cristina Ibarrola. Cambiazo, pues, consumado.
Como se ha explicado, lo que ayer sucedió en la vieja Iruña es un hito político de primera magnitud. Y es que se trata de la primera ocasión en que los socialistas apoyan de forma directa con su voto que los herederos de Batasuna se hagan con el poder en una institución relevante. No se sabe con qué contestación interna, pero según su ‘número dos’, Ramón Alzórriz, sin que nadie haya roto el carné. Por ahora.
Semejante paso sólo tiene una explicación: el apoyo de los de Otegi a Pedro Sánchez nunca fue ‘gratis et amore’. La Alcaldía de Pamplona es el primer gran cheque conocido que ha abonado el PSOE a EH Bildu a cambio. Por mucho que los protagonistas insistan en vender la operación de ayer en clave local.
El apoyo a la izquierda abertzale para que toque poder es la última de las líneas rojas que se habían autoimpuesto los socialistas que Sánchez ha decidido saltarse. Antes fue el blanqueamiento de los de Otegi. Y todo ello pese a que desde el PSOE se insiste en que la izquierda abertzale no ha completado el recorrido ético exigible a quien jaleó los crímenes etarras y a quien aún sigue recibiendo a los asesinos excarcelados cómo a héroes.
Resulta irónico que la portavoz municipal socialista en Pamplona justificara ayer el respaldo de su grupo a la moción de censura por ‘razones éticas’. Y que, mientras, el PSE insista en que no habrá pactos con EH Bildu tras los comicios vascos, probablemente de abril, porque no ha completado su recorrido ético. Pareciera como si en el socialismo próximo hubiera organizaciones de segunda (Navarra) y otras de primera (País Vasco).
Qué recorrido va a tener el nuevo tripartito de Pamplona EH Bildu-Geroa bai-Contigo Zurekin, en el que voluntariamente no ha querido integrarse el PSN, es una incógnita. Los grupos no han firmado un documento de discrepancias pactadas como suele ser usual por ejemplo en Euskadi. Aun así, y pese a los previsibles encontronazos que a buen seguro se producirán, cabe pensar en una alianza duradera. Al menos mientras Sánchez necesite a Otegi. Sin olvidar que María Chivite gobierna también Navarra gracias al apoyo externo de la izquierda abertzale. Vasos comunicantes de poder, vamos.
El nuevo tiempo se tradujo en que los seguidores de Asiron aplaudieran ayer a la comitiva socialista a su llegada al Consistorio, en vez de insultarle como en junio. La alcaldesa destituida y los suyos, aunque insultados, pudieron abandonar el edificio sin ser zarandeados ni recibir escupitajos como ha sido habitual desde hace años.
Unión del Pueblo Navarro va a tener que repensar muy seriamente su futuro. Y es que resulta harto improbable que el enfado de no pocos por lo ocurrido ayer en Pamplona le dé gasolina para la larga travesía del desierto que le aguarda con la menor cuota de poder de su historia.