ABC-IGNACIO CAMACHO
Sánchez ha girado el marco de la campaña. Más que de si podrá formar Gobierno se habla de con quién va a hacerlo
ENTRE sus trucos ventajistas y los errores de una oposición desorientada, Sánchez ha conseguido darle la vuelta al eje de la campaña. Ya no se habla de si va a continuar o no en el poder, que es de lo que tratan estas elecciones, sino de con quién gobernará, y ese cambio de marco mental le permite avanzar hacia su objetivo como si caminase sobre las aguas. Ciudadanos ha caído también en la trampa: cada vez que Rivera promete no votar su investidura, la mayoría de la gente da por sentado que no habrá otro candidato y deja de pensar en la posibilidad de una alternancia. Es cierto que la del PSOE será, con toda probabilidad y de largo, la lista más votada, pero de eso prácticamente nadie dudaba. La interrogante esencial es si las fuerzas del centro y la derecha podrán formar una mayoría que lo saque del poder, y da la impresión de que empiezan a perder la fe en alcanzarla. Los futuros socios del sanchismo resultan ahora una cuestión secundaria, por otro lado bastante clara: el presidente pactará sin remilgos con quien le garantice la suma de escaños necesaria.
Ventaja tiene, desde luego, porque en nuestro sistema electoral dos suman y tres dividen, y eso lo han comprendido muchos antiguos electores de Podemos –alrededor de un millón o millón y medio– que ahora se van a inclinar a los socialistas para que la izquierda permanezca en el Gobierno. En el bando contrario, sin embargo, no se acaba de consolidar un liderazgo interno; cada partido hace la guerra por su cuenta y la causa común, si es que la hay, puede acabar pagando las consecuencias de ese fraccionamiento. Acaso se esté produciendo un cierto trasvase de la intención de voto de Vox hacia el PP, que registran casi todos los sondeos, pero todavía insuficiente para provocar el vuelco. Con todo, lo peor que le puede pasar al bloque liberal-conservador en estas tres semanas es que su electorado deje de creer en la sorpresa, que se resigne, que se desfonde y caiga en el desaliento. Que acepte la nueva idea dominante de que ya está todo resuelto y de que lo único que queda por dilucidar es si habrá un Gabinete monocolor o si Sánchez tendrá que repartir algunos ministerios. Esa tentación es tan fuerte que el propio presidente parece consciente del riesgo de que sus simpatizantes la interioricen y se ha pasado el último fin de semana advirtiendo contra el impulso de cantar victoria antes de tiempo. Sabe que la tiene en la mano pero el precedente andaluz no permite recreos.
Lo que atormenta a los estrategas de los partidos es ese treinta por ciento de teóricos indecisos, de los cuales muchos tal vez sí sepan lo que piensan hacer aunque por diferentes motivos se resistan a decirlo. Ojo, pues, a los movimientos bajo radar, a esas corrientes indetectables, a esos crecientes flujos sumergidos que en la moderna fenomenología electoral son los que provocan los grandes cataclismos.