La banda se encuentra en peor situación que cuando realizó el debate de 2002 y 2003 y, afortunadamente, sólo se le ocurre una idea ya fracasada: realizar una «reestructuración estratégica». Si la eficacia policial hispano-francesa se mantiene en el nivel actual, puede asegurarse que la nueva reestructuración etarra fracasará, como la de hace seis años.
Hace seis años, en 2003, los miembros de ETA acordaron realizar una reestructuración de la organización terrorista que iba a afectar al comité ejecutivo y a siete ‘aparatos’, entre ellos el militar y el político. El motivo principal de aquella decisión era la necesidad de dar respuesta al «ataque de los enemigos», tal y como reflejaba el zutabe número 100. «Hay un gran desequilibrio entre los ataques que sufre ETA en la actualidad y su capacidad de llevar a cabo acciones», reconocían entonces los documentos oficiales de la banda.
Se pusieron manos a la obra y cambiaron la estructura de la organización terrorista de arriba a abajo. Dividieron los ‘aparatos’ en varios más pequeños, cambiaron las características de la cúpula con nuevas estructuras, modificaron los procedimientos de funcionamiento interno, establecieron toda clase de medidas de precaución incluyendo la constitución de un departamento específico de seguridad (el Segurtasun Saila), formaron células terroristas con criterios y pautas diferentes a los que se habían empleado hasta entonces, cambiaron de puesto a la mayor parte de los cuadros que operaban en las estructuras de dirección en Francia… No hubo ocurrencia que no aplicaran si creían que iba a mejorar la seguridad de la banda.
Los resultados de tanto esfuerzo no han estado a la altura de lo que esperaban los etarras. No sólo eso: la situación actual es mucho peor que la de hace seis años como reconoce la propia organización en su documentación interna: «Las caídas y la represión se han convertido en algo insoportable», dice la ponencia oficial sometida a debate después de la ruptura de la tregua en 2007.
La dirección de ETA admite que «hemos tenido dificultades estructurales para hacer frente a la represión de una manera eficaz», reconoce sufrir un «debilitamiento progresivo» y acepta que «la presión policial ha creado grandes dificultades». El reconocimiento de su fracaso se ve en la repetición, casi textual de las palabras de 2003: «Ha habido un desequilibrio entre los ataques represivos del enemigo y la respuesta armada». Los datos lo confirman: los ocho asesinatos cometidos en los últimos cinco años contrastan con los 56 de los cinco precedentes.
La banda se encuentra en peor situación que cuando realizó el debate de 2002 y 2003 y, afortunadamente, la única idea que se le ocurre es la misma que ya ha fracasado: realizar una «reestructuración estratégica», a pesar de que se admite que «las condiciones para realizar esa reestructuración son mucho peores que las de hace unos años». Si la eficacia policial hispano-francesa se mantiene en el nivel actual, se puede asegurar que la nueva reestructuración etarra fracasará como fracasó la de hace seis años.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 31/3/2009