ABC 09/05/15
· Celebrará el referéndum sobre la permanencia en la UE y fomentará el sentimiento de pertenencia al Reino Unido
Lo acusan de haberse entregado al becerro de oro, de traicionar el ideario de su partido. Pero lo inteligente es escuchar con atención cuando habla alguien que ha sido capaz de firmar tres mayorías absolutas en el Reino Unido. En los prolegómenos de la campaña, Tony Blair lanzó este aviso a los suyos: «Podemos encontrarnos con un partido de izquierda tradicional, que compite con uno de derecha tradicional para acabar en el resultado tradicional». Traducido del «blairés»: el regreso a la vieja pócima socialista de Clement Attle y el alejamiento del centro llevan a una derrota segura. Nadie lo escuchó. Pero la apabullante mayoría absoluta de David Cameron, con 331 escaños, cinco más de los necesarios, le da toda la razón.
· Hincapié en la economía El triunfo de la campaña educada de Cameron es para él un gran triunfo personal, porque su hincapié en la economía había sido criticado en sus propias filas
· El quebradero de cabeza separatista El primer ministro prometió una devolución rápida de más poderes a Escocia y Gales. El separatismo será un quebradero de cabeza en estos cinco años
El primer ministro conservador, de 48 años, ha derrotado a Ed Miliband, el líder de la oposición con peor valoración de la historia, y sobre todo, ha doblado la mano a los sondeos. Las compañías demoscópicas británicas han hecho el ridículo. Ninguna concedía a los tories más de 295 escaños, con distinción especial para el diario laborista «The Guardian», que en plena jornada electoral publicó una encuesta asegurando que solo Miliband tenía posibilidades de aglutinar una coalición ganadora.
El triunfo contra pronóstico de la campaña educada de Cameron constituye un gran triunfo personal, porque su tono templado y su hincapié en la economía habían sido criticados hasta en sus propias filas. También supone un reconocimiento de los votantes a sus excelentes datos contables (ha sacado al país de la recesión, ha reducido el déficit y con él se crearon 2,2 millones de empleos). Además, un Partido Conservador fuerte era el mejor dique frente a la espectacular crecida del separatismo escocés, que ha pasado de 6 a 56 diputados en Westminster. La bolsa de Londres saludó con una subida del 2% el triunfo tory, muy deseado por la banca y el empresariado, a pesar del lunar del referéndum para salir de la UE, que no les agrada. La libra, que había caído por la incertidumbre, se apreció un 2,9%.
Una vez conocedor de la magnitud de su victoria, Cameron se dirigió a Buckingham para ser recibido por la Reina. Isabel II, de 89 años, se ha ahorrado un gran embrollo constitucional con una mayoría absoluta tan contundente. Es la mayor victoria conservadora desde el triunfo de John Major en 1992, que también fue por sorpresa y contra las encuestas. Ya no habrá enrevesados debates sobre qué aspirante en minoría tiene más derecho a acceder al poder.
Tras cumplir con la soberana, Cameron compareció formalmente en un atril frente a su residencia del Número 10 de Downing Street. Omitiendo la euforia, hizo un discurso sereno e integrador: «Todos juntos podemos hacer a Gran Bretaña todavía más grande».
Volvió a reiterar que llevará a cabo el referéndum sobre la continuidad en la UE, previsto para 2017, y no ocultó la honda preocupación que ha suscitado la apabullante victoria del SNP. El primer ministro prometió una devolución rápida de más poderes para Escocia y Gales. El nacionalismo galés recordó ayer mismo que allí no había ganado el partido de Cameron y venía a poner en duda su legitimidad. El separatismo será todo un quebradero de cabeza estos cinco años.
Seísmo conservador
El seísmo conservador tuvo como honda expansiva un rosario de dimisiones. A diferencia del modelo español –donde un Tomás Gómez, por poner un ejemplo, se negaba a irse tras firmar los peores resultados de su partido en Madrid–, en el Reino Unido un batacazo en las urnas te enseña la puerta de salida de inmediato. Miliband dimitió ayer al mediodía, con una sonrisa triste, su corbata roja y un elegante «la culpa es solo mía, y lo siento por mis compañeros candidatos». El laborismo ha obtenido 26 diputados menos que con Gordon Brown en 2010, que ya había logrado un mal resultado.
El ex viceprimer ministro Nick Clegg y su corbata amarilla se despidieron
poco después. Los liberal demócratas han pagado cara su coalición. El público ha hecho una sencilla reflexión: si quiero evitar que lleguen al poder Miliband y el separatismo, la vía más segura es pararlos votando directamente a los conservadores, y no a su muleta. Clegg, casado con una abogada vallisoletana que ha hecho campaña a su lado, salvó su escaño de Sheffield Hallam porque los tories pidieron que se votase por él, por si se le necesitasen para una coalición. Pero su partido se deshizo como un azucarillo: ha perdido 49 escaños y se queda con ocho.
Nigel Farage, el extrovertido líder de UKIP, el controvertido partido eurófobo –y algo racista–, tendrá todo el tiempo del mundo para su pub y sus pintas. Un conservador lo derrotó holgadamente en Thanet South. Farage había dicho: «Si no gano, me cortan las orejas». Ahí tenía razón. También cuando se quejó ayer de las discriminaciones que provoca el sistema electoral británico: UKIP, con 3,5 millones de votos, logra un escaño, mientras que el SNP escocés, con 1,5 millones, obtiene 56. Los partidos nacionalistas tienen una clara sobreprima en Westminster. Farage paga que muchos «ukipers», conservadores de corazón y nacionalistas ingleses, han elegido el voto útil tory.
El Reino Unido parece abocado a cambios constitucionales de calado y ya se alude a la necesidad de lanzar iniciativas que fomenten el sentimiento de pertenencia a la Unión, por ejemplo, crear una Premier League en la que jueguen clubes de todos los países del Reino Unido.
La grandeza de la democracia británica se visualizó a las cuatro de la tarde. Cameron, los dimisionarios Clegg y Miliband, y Nicola Sturgeon, la primera ministra nacionalista escocesa, de riguroso luto, estuvieron firmes junto a su Reina en un solemne acto en Londres, que conmemoraba el 75 aniversario de la rendición nazi. Veinticuatro horas antes se golpeaban todavía con fieros mandobles dialécticos. Pero allí estaban: sin dormir, algunos derrotados, otros ganadores… todos juntos. La foto que enmarca a un gran país.