Javier Fernández Arribas-El Correo

  • Trump utiliza los resortes de la democracia para llegar al poder y tergiversar todo en su beneficio

Desde que volvió en enero a la Casa Blanca, miremos donde miremos en cualquier medio de comunicación tenemos en portada al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Por distintos motivos. Tiene la enorme capacidad de acaparar titulares porque su forma de actuar y sus declaraciones desafiantes despiertan todo tipo de reacciones. Estos días podemos enumerar algunos temas: conversación con el presidente chino Xi Jingpin; visita oficial al Reino Unido donde se le ha visto fascinado por la realeza británica sin respetar el protocolo, faltaría; reconocer que Putin le ha decepcionado por no parar la invasión en Ucrania; tener distintas opiniones con el primer ministro británico sobre Israel y el conflicto en Gaza, no le gusta nada la opción de que Reino Unido pueda reconocer a Palestina; a ver qué hace ahora con la lucha contra el narcotráfico y Venezuela, porque Maduro se ha puesto bajo el paraguas del ruso Putin; y lo que más preocupación despierta: la violencia política en Estados Unidos que ha provocado el asesinato del activista republicano Charlie Kirk, el despido de Jimy Kimmel de la cadena de TV ABC y el anuncio de querellas multimillonarias contra NYT y WSJ y, como colofón, pretende cambiar los distritos electorales para evitar que ganen los demócratas en las elecciones de ‘midterm’ el año que viene donde se juega el control del Congreso y del Senado para los dos años siguientes. Y con el Tribunal Supremo también a su lado, no nos sorprenderá que pretenda un regate constitucional para poder optar a otro mandato, aunque la Constitución dice que un presidente solo puede cumplir dos mandatos en la Casa Blanca.

Trump despierta muchos seguidores y muchos enemigos, pero más allá de simpatías o fobias, tiene una forma de actuar, de tomar decisiones y en definitiva de imponer sus criterios e intereses sin importarle las formas y el fondo que hacen saltar las alarmas en cuanto al respeto a la separación de poderes, al estado de derecho, a la libertad de expresión, al comercio internacional y a todo lo que le plantee problemas y no le guste.

Es el populista autoritario por excelencia que utiliza los resortes de la democracia para alcanzar el poder y una vez en el sillón presidencial tergiversa todo lo que haga falta en su propio beneficio. Su imagen en el escenario internacional esta dañada por una negociación de matón desafiante para imponer los aranceles que le interesan y, porque a pesar de sus anuncios electorales, ni Putin, ni Netanyahu le hacen caso para lograr la paz en Ucrania y Gaza, pero sigue aspirando al premio Nobel de la Paz. Ordeno y mando.