EL MUNDO – 17/05/16 – VICTORIA PREGO
· El Partido Popular tiene, al contrario que el Partido Socialista, bastante fácil el diseño básico de su campaña electoral porque tiene claro dónde están los votos que no acudieron a respaldarle el 20-D y sabe perfectamente cómo se pueden comportar el 26 de junio. Una parte importante de los votos que le faltaron se quedaron en su casa y no acudieron a votar, y la otra parte se incorporó al patrimonio electoral de Ciudadanos. No hay más, salvo una mínima cantidad de papeletas, fundamentalmente jóvenes, que pudo ir a respaldar a Podemos y que no es representativa ni decisoria.
Por tanto, está claro como el agua: tiene que sacar de su casa a los abstencionistas y no lo conseguirá si no agita el fantasma, bastante corpóreo por otra parte, del peligro de un Gobierno de izquierda radical, que sería el formado por el PSOE y la coalición de Izquierda Unida y Podemos. Los datos de los sondeos apuntan a que la operación alentada por Pablo Iglesias le va a dar un muy buen resultado en votos –y pudiera ser que también en escaños–, porque podría arrebatarle al PP los últimos diputados que se disputarían en más de 10 provincias a los restos.
De modo que no es ninguna locura pensar que la nueva coalición Unidos Podemos va a quedarse muy, muy cerca del PSOE, aunque no llegue a sobrepasarle en escaños, y que en esas condiciones a los socialistas se les plantearía un dilema trascendental: conformar un Gobierno de izquierda y ultraizquierda, o permitir que gobierne el PP si sus resultados le permiten sumar con los de Ciudadanos una mayoría de gobierno.
La campaña del PP no puede, por tanto, sino apostar por llamar a rebato al votante de centroderecha para que haga imposible un Gobierno de la izquierda radical. A eso se le llama el voto del miedo, pero no lo es menos que el que apela al elector porque, sin su voto, Mariano Rajoy puede seguir en La Moncloa.
Por este lado, la campaña del PP está muy clara: no se trata tanto de cargar contra el PSOE cuanto de subrayar la posibilidad, cierta, de que Unidos Podemos dé el salto que Anguita y todos sus antecesores siempre soñaron y puedan aspirar a participar en el Gobierno de España.
Otra cosa es lo que vaya a hacer el PP con Ciudadanos. Es verdad que Albert Rivera cerró un pacto con Pedro Sánchez que preveía el desmontaje de buena parte de las reformas puestas en pie por el Gobierno Rajoy en la antepasada legislatura. Pero no es menos cierto que Ciudadanos va a ser su único socio posible cuando se termine el recuento electoral. Y aunque muchas de las papeletas que fueron a parar al cesto de Ciudadanos venían de las filas populares, atacar a este partido fieramente puede no darle al PP los resultados que busca, sino todo lo contrario.
Acogotar al votante de esta nueva formación puede tener el efecto de hacerle huir de las proximidades del PP por mucho tiempo. Deberían los populares templar ese brazo de la campaña no vaya a ser que se les rompa.
EL MUNDO – 17/05/16 – VICTORIA PREGO