Santiago González, EL MUNDO 23/11/12
La relación de los partidos con el poder se parece mucho a la que mantienen los creyentes con el Absoluto: un afán por estirar la vida, un ansia de más allá. Sólo Woody Allen mostraba un laicismo razonable al respecto: «No quiero ser inmortal a través de mis obras, sino simplemente no muriendo».
En política se puede vivir a través de la obra. Mayormente la obra pública. El PNV ha hecho saber que el Gobierno vasco en funciones va a comprometer 650 millones de euros en inversiones plurianuales. Cualquier otro se mostraría agradecido por el celo del antecesor: qué voluntad de dejarnos el trabajo hecho. Seguramente es bastante menos y queda mucho más cerca de los 100 millones que contaba el otro día este periódico.
No sólo las adjudicaciones futuras. La paga extra a los funcionarios es un ascua que los dos prenden dejar en manos adversarias. No tiene razón el PNV al quejarse de que el PSE quiere endosarles el marrón. Naturalmente. Es una decisión que tendrá repercusiones por su cuantía, 208 millones, y el PSE hace bien en consultar con el relevo, tal como debería hacer con las demás partidas. Es una trampa mortal. Si suprime la paga, saldrá del Gobierno con una medida impopular. Si la abona será un bienqueda, engordando el déficit de Urkullu.
El PSE acusa al PNV de haber embarrado el campo del traspaso y no pondría uno la mano en el fuego por la inocencia de nadie, pero tampoco es de recibo que el secretario general de Presidencia invite a los periodistas a cuantificar los compromisos de gasto de Ibarretxe cuando ya estaba en funciones. Puede, pero los traspasos son partidas de póquer mentiroso y no tiene sentido decir que también ellos lo hicieron. Mucho menos, la llamada a los periodistas ¿No les hicieron la trampa a ustedes? Cuantifíquenlo, o mejor, déjenlo correr. Fue entonces cuando debieron destapar el cubilete.
Ibarretxe anunció el 12 de abril de 2009 que el PNV lideraría Euskadi en los años siguientes «desde las diputaciones, ayuntamientos y el Parlamento vasco». Parecía el dislate de un dirigente con propensión al delirio. Y eso que aún no conocíamos a fondo a Mas. Cualquier agnóstico habría pensado: «No puede ser. Para gobernar hacen falta el boletín y las llaves de la caja». Pero tampoco suponíamos que Zapatero era capaz de negociar las transferencias a la CAV con el partido de la oposición en Euskadi, cuando estaba gobernando el suyo propio.
Lo que ahora emerge obedece, por una parte, a la necesidad que tienen los nacionalistas de asentar la idea de la herencia recibida ante los tiempos de recortes que se avecinan y, por otra, al resquemor que se ha ido acumulando durante toda la legislatura. Si algún estratega pensó que podían desbancar al PNV con el apoyo del PP y luego deshacerse de la alianza incómoda para volver a la verdadera vocación del PSE, gobernar junto al PNV, que constituye la opción de gobierno preferida para la mayoría de los vascos, no era de este mundo. Hace falta ser un consumado jinete para cambiar de montura en medio de la carrera, sobre todo ahora que los caballos tienen fobias propias, igual que sus jinetes.
Santiago González, EL MUNDO 23/11/12