IGNACIO CAMACHO – ABC – 22/08/16
· El recurso a las urnas sólo tendría cierto sentido si fuese acompañado de una renovación de todos los candidatos.
Muchas y merecidas críticas recibió David Cameron por su catastrófica frivolidad con el referéndum del Brexit, pero no sería menor la irresponsabilidad de unas nuevas elecciones en España, a celebrar el día de Navidad por si no hubiese poco factor de incertidumbre.
La diferencia es que el primer ministro inglés se cegó de euforia tras una mayoría absoluta que nubló su cálculo perceptivo, mientras que en el caso español los que se disponen a jugar a la ruleta rusa son dos perdedores –uno más que otro, sin duda– que no acaban de asumir la evidencia de su fracaso. En su mutuo furor aniquilatorio, Sánchez y Rajoy parecen dispuestos a rodar juntos hacia un abismo en el que a casi nadie importaría que se precipitasen si no mediase la circunstancia de que en su duelo terminal pueden arrastrar al país entero.
Esa repetición que tanto el PP como el PSOE contemplan con un optimismo suicida está cargada de amenazas tramposas como un campo minado. Para empezar no existe ninguna pauta fiable de comportamiento sociológico; ya en junio las encuestas extraviaron su brújula demoscópica con la consecuencia de un fenomenal patinazo.
Nadie está en condiciones de aventurar la respuesta de los ciudadanos ante una convocatoria que para gran parte de la opinión pública reúne las características de una flagrante tomadura de pelo con ribetes de recochineo. Las conjeturas sobre la abstención y sus beneficios son meras especulaciones. Y la propia fecha elegida invita a una respuesta descortés, un corte de mangas colectivo del que no es posible colegir con anticipación quién saldrá peor parado.
En ese ambiente de confusión resulta probable que, contra lo que pronostican los gurús, los populistas obtengan un premio inesperado. Por una parte el cansancio social por el bloqueo político puede desembocar en la catarsis contra los partidos sistémicos que quedó pendiente en 2015, y por otra el propio resultado de junio ha aliviado el temor a la eclosión del chavismo autoritario. El voto del miedo sólo funciona una vez, y ya ha ocurrido. La deflación aparente de las expectativas de Podemos es engañosa; a la tercera oportunidad, en medio de una potente decepción, pueden colarse hasta la cocina del poder por la gatera de la indiferencia.
El recurso a las urnas sólo tendría sentido, o al menos cierta justificación, si fuese acompañado de una renovación de los candidatos. De todos, en puridad, porque todos son en alguna medida corresponsables de este ignominioso atasco. Pero si se llega a ese límite de emergencia será precisamente por la contumaz renuencia de los líderes que lo hayan provocado. Quienes no entendieron el doble mensaje popular no se van a apartar sin que los empuje un descalabro. Ni siquiera se dan cuenta de que, en realidad, el tercer desempate que buscan supone la tentadora sugestión de enviar a paseo a quienes pretenden subcontratar su propio fracaso.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 22/08/16