Miquel Giménez
- Máximo Pradera ha escrito que antes que a Julia Otero el cáncer le podría haber caído a Trump, Aznar o a Macarena Olona, a la que tacha de arpía. Ese es el nivel
No me entra en la cabeza como alguien puede pensar que el cáncer debe caer solo en gente que le caiga mal. Desgraciadamente, algo sé de ese terrible flagelo. Mi padre falleció de cáncer de pulmón y tengo amistades que lo han padecido. Por lo cual, y conociendo el dolor, la desesperación y la angustia que vive tanto el enfermo como los que le rodean, mi duda es la siguiente: o Pradera es un loco que no sabe lo que dice o es un canalla que no merece más que el desprecio. Porque con estas cosas no vale hacer la bromita ajada del progre de gin tónic y vida resuelta. Es demasiado grave como para andar haciéndose el graciosillo argumentando con frases de tonto el pueblo que vaya pena que le haya tocado a Julia Otero y no a Macarena Olona, la arpía.
Miren, servidor trabajó para Julia Otero un año y me fui por no entendernos. No me gusta su manera de ser ni mucho menos la deriva ideológica que mantiene hace años. Pero esta mujer tiene familia, marido, hija, y para nada del mundo se me ocurriría decir acerca de su enfermedad algo que no sea “Mucha fuerza y aguanta, Julia”. Porque ante el cáncer hay que dejar opiniones, filias y fobias a un ladito y empatizar con el ser humano que lo padece y con los suyos, que lo van a sufrir también. Porque el cáncer es algo que te envuelve de manera terrible a ti y a tu entorno más próximo.
Es más, estoy seguro de que la misma Otero debe desaprobar ese comentario ruin, porque Macarena también es madre de un crío de trece meses. Y Julia Otero, que ya sabe lo que es pasar por estos envites de la vida – la tremenda cicatriz que recorre su abdomen lo testimonia – no puede por menos que rechazar rotundamente que alguien que colabora con ella se exprese en tales términos. No sé, aunque puedo imaginármelo, que tal andará de ánimos pero sería menester que dijese algo como “No me defendáis así, que lo único que hacéis es envilecer mi enfermedad”.
El cáncer nunca se desea
No puede desearse el cáncer a nadie, por el amor de Dios. Ni a Trump ni a Putin, ni a Sánchez ni a Casado, ni a este que me cae mal o a esta que es más guapa. Yo enviaría a Pradera y a la directora de Público, Virginia Pérez Alonso, al rincón de pensar. Que si uno ha sido un canalla la otra se lo ha permitido. Y eso me hace pensar dónde está el auténtico cáncer que nos está destruyendo como sociedad, que no es otro que el de la actitud de matón de patio de colegio. En el patio se pueden decir muchas cosas y es el medio natural en el que se desenvuelve al prototipo de asesino cobardón que sale rilándose a la que se acerca la autoridad.
Estos lugares en los que las líneas el decoro y la vergüenza no aparecen muy claras, los mitómanos achulados suelen crecerse y, viniéndose arriba, hablan de lo que le harían a este o al otro, fantasean con la violencia que permanece agazapada en sus gónadas, diminutas de por sí, y humillan al más débil. Pradera, en este caso, además de canalla, insisto en el término, ha sido tonto. Te equivocaste, pollo. Macarena es una diputada elegida democráticamente que te da mil vueltas a ti y a la miseria moral que vemos en estos periodistas que todavía pensáis que tenéis veinte añitos y estáis en el campus de la facultad a ver si pica alguna ingenua.
Macarena es una señora con todas las letras pero aunque no lo fuese, Pradera, merecería todo el respeto del mundo. Como cualquier ser humano. Vosotros, los podemitas simpáticos de chiste fácil acerca del emérito y grito bronco cuando se ironiza sobre Iglesias, estáis en ese patio viejuno, con ronchas en las rodillas, camisa por fuera del pantalón, pelo sucio y cara más sucia todavía, a la espera de ver a quién podéis amargarle la vida. Pero el recreo acabó hace mucho tiempo y solo os queda el reflejo patético de abusones que no supieron crecer.
La vida tiene rincones y revueltas en los que esperan amenazantes horrores como ese cáncer del que espero y deseo que Julia salga con bien. Una vida que te depara, al final, la muerte, esa que nos iguala a todos, ricos y pobres, tontos y listos, de derechas o de izquierdas. Lo peor es comparecer ante ella con el único cáncer que es abominable: el cáncer del odio, del rencor, de la inhumanidad, el de la mala gente. Hazte un favor, muchacho, y procura extirparte ese tumor que hace de ti, en lugar del chistosete de turno, una mala persona. Porque con el cáncer, Pradera, no se bromea. Eso es de primero de persona de bien.