ABC 24/04/14
IGNACIO CAMACHO
· Una pléyade de tertulianos populistas va a desafiar en las urnas a los aparatos de las viejas maquinarias de poder
Para combatir el denostado bipartidismo, que tiene grietas pero aún no se halla en estado de desplome, la desarticulada sociedad civil española postula una democracia de tertulianos. La eclosión de candidatos de plasma es la versión posmoderna y en prime-time del viejo arbitrismo español. Las europeas de mayo van a ser las elecciones más catódicas de nuestra historia: una pléyade de telepredicadores enfrentada a la nomenclatura convencional de los partidos de Estado. Populismo de TDT contra el aparato de las viejas maquinarias de poder.
Desde que Rosa Díez fabricó un eficaz liderazgo tercerista en la Telemadrid de Aguirre, que le daba cancha para debilitar entre la derecha capitalina el melifluo estilo de oposición de Rajoy, la pantalla es la principal cantera de la presunta renovación política española. El género de las tertulias, que inventaron en la radio Martín Ferrand y Luis del Olmo, ha transmutado en ciertas cadenas de televisión su carácter de análisis periodístico para derivar en un espectáculo de confrontación ideológica de trazo grueso y bronco, animado a la medida del share a base de banalidad ruidosa, esquematismo banderizo y trifulcas de garrotazo dialéctico. El «efecto Sálvame» hace estragos. Es el vivero de los espabilados agitadores populistas que predican soluciones simples para problemas complicados, y que apoyados en los foros de internet construyen plataformas electorales con vocación de oportunismo táctico. El clima antipolítico produjo en Italia al turbulento charlatán Beppe Grillo, un cómico nihilista; pronto veremos si en la España que ha convertido en fenómeno editorial a Belén Esteban hay músculo alternativo para levantar proyectos con masa crítica.
De momento ha estallado con la primavera una intensa polinización mediática. Los prometedores Ciudadanos de Albert Rivera, la escisión pepera de Vox o los radicales bolivarianos de Podemos han elegido como cabezas de cartel a telegénicos y fajadores propagandistas curtidos en la esgrima del teledebate. El cántabro Revilla se ha reinventado como arbitrista de sábado noche, una versión demagógica del consultorio de Elena Francis. Y hasta el estrambótico juez Silva, empitonado por sus colegas ropones, se ha sentido con fuerzas para intentar blindarse como aforado saltando a la escena política con una escolta de camarógrafos. Quizá sea demasiada oferta para una demanda sin definir, incierta y contingente, atibada en el desencanto ciudadano a base de golpes de intuición con ramalazos de estrellato narcisista. Alguna de estas listas de outsiders pasará el corte de las urnas europeas pero parece improbable que haya sitio para todas entre los saldos de la crisis del sistema. Si las encuestas no dan gatillazo, UPyD e Izquierda Unida han tomado posiciones preferentes para repartirse con ventaja los escombros de un bipartidismo al que todavía no se le han derrumbado más que las cornisas.