Ignacio Camacho-ABC

  • Resiliencia, gobernanza, conectividad, dinamismo. Digital, sostenible, inclusivo. Carcasas semánticas. Neolenguaje vacío

De cierto altisonante verso de Rubén Darío -«que púberes canéforas te ofrenden el acanto»- decía Valle que sólo había entendido la conjunción ‘que’. Los discursos de Sánchez son igual de oscuros, sólo que en lugar del culteranismo esdrújulo de Rubén navegan por un engolamiento posmoderno recargado de pedantería y esnobismo. Un cantinfleo de neolenguaje pseudotecnocrático con el que sus asesores rellenan decenas de folios a base de abstractos sintagmas intercambiables: conectividad sostenible, gobernanza interactiva, dinamismo transformador, externalidad resiliente, sostenibilidad conectada, transformación modernizadora, resiliencia dinámica y así hasta el infinito combinando sustantivos y adjetivos en un bucle de carcasas semánticas huecas entre las que no pueden faltar los mantras identificadores del progresismo: digital, igualitario, ecológico e inclusivo. Luego hay otro gran conjunto de expresiones que tratan de generar un marco de resolución, avance y energía: transición, mejora, adaptación, motor de cambio, impulso, crecimiento, eficiencia. Y estrategia, mucha estrategia, que significa que donde no hay proyecto de conjunto lo parezca. Y por último, el campo del triunfalismo: futuro, ambición, oportunidad, determinación, éxito. Con ese puñado de vocablos y otros similares -nada con sifón, que diría el olvidado maestro Alfonso Sánchez-, pronunciados con la solemnidad de quien anuncia que va a enviar un ser humano a Júpiter, es capaz de sumirse durante horas en unas salmodias autocomplacientes que su entorno debe de considerar piezas maestras innovadoras -la innovación también es fundamental- del arte de la oratoria.

Ocho o nueve veces ha presentado ya ese conjunto de significantes vacíos sobre un plan de recuperación económica que Su Persona, siempre modesta, compara en trascendencia a la Constitución o el ingreso de España en la Unión Europea. En los últimos seis meses lo ha paseado por el Congreso, varias autonomías y en dos o tres ocasiones, piano de James Rhodes incluido, ante los empresarios y la prensa. En ninguna de ellas ha podido determinar las condiciones ni los plazos de la llegada del dinero; es lo de menos y en el ínterin irá tirando con una subida -esa sí bastante concreta- de impuestos. Tampoco tienen relevancia, detalle menor, los criterios objetivos de adjudicación de los fondos; la objetividad no está incluida entre los términos habituales de su fatuo repertorio. Éste va a ser un negocio muy ‘interactivo’ y sobre todo muy ‘digital’, dicho sea en discordante sentido analógico. Se sabe al respecto, no por él desde luego, que ya ha empezado el tironeo de empresas y que las consultorías y despachos de ‘sherpas’ del poder andan azacaneando en la intermediación de influencias. Los despistados que confíen en un reparto transparente se quedarán fuera. Orillados como púberes, incautas, inocentes canéforas.