IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El gran error del moderantismo español consiste en el empeño de tener contento a todo el mundo durante todo el tiempo

CUANDO alguien tiene que explicar lo que ha hecho o dicho, y ni aun así consigue que se entienda, no suele ser por culpa de una expresión incorrecta sino porque el fondo del asunto no estaba puesto en razón o porque no era buena idea. Concediéndole a Borja Semper la mejor intención al dirigirse a la portavoz de Bildu –precisamente de Bildu, vaya por Dios– en euskera para demostrarle que nadie tiene la exclusiva del uso de ninguna lengua, habrá que convenir el nulo éxito de su ocurrencia. En primer lugar porque los dirigentes del PP habían dicho en la víspera que eso sería «hacer el canelo», y en segundo y principal término porque buena parte de sus votantes, incluidos los del País Vasco, no aprueban el experimento o no logran comprenderlo. La cuestión que se debatía el martes no era la apropiación sectaria de las lenguas cooficiales sino la pertinencia de su empleo en el Congreso, y el Partido Popular se estaba oponiendo. Lo que hizo Semper fue oscurecer el mensaje, volverlo ininteligible con un inoportuno gesto que causó perplejidad entre sus propios compañeros.

Más allá de la anécdota parlamentaria, el detalle es revelador de la existencia de un problema de indefinición que afecta a toda la estrategia de Feijóo en el liderazgo de la derecha. Aunque siga siendo candidato formal a la investidura, la etapa electoral ha pasado y con ella el tiempo de los guiños amables, las propuestas ambiguas y las caras risueñas. El sanchismo y sus aliados están montando una gran operación de exclusión política dirigida contra la mitad de la ciudadanía y la oposición debe prepararse para afrontarla con energía combativa, no con desconcertantes actitudes de mano tendida que por otra parte se contradicen con la convocatoria de una gran concentración cívica contra la amnistía. Es imposible mostrar al mismo tiempo un ceño arrugado y una sonrisa. Al menos sin hacer el canelo y confundir a la gente que espera actitudes decididas.

La moderación es incompatible con la intemperancia, pero no con la firmeza de criterios, la defensa de los principios y el rigor de los conceptos. El gran error del moderantismo español consiste en la tendencia a creer que una posición de centro implica la necesidad de tener a todo el mundo contento durante todo el tiempo. A menudo ocurre lo contrario: que la flexibilidad antidogmática o la simple escucha con respeto acarrean el desprecio y la incomprensión de los radicales de ambos extremos. Pero si los adversarios vienen a por ti con voluntad de aniquilación resulta inútil buscar espacios de consenso. Ahora estamos en ese momento en que las circunstancias exigen ponerse serios. Sin sobreactuaciones, sin hipérboles, sin aspavientos; basta con demostrar convicciones limpias, temple intelectual y claridad de argumentos. Lo que no tiene sentido es tratar de ponerse estupendos cuando te sobran razones para rebatir un desafuero.