Miguel Ángel Aguilar-Vozpópuli

  • Sucede que el poder americano es una incógnita imposible de despejar y esa incertidumbre se ha constituido en la fuerza motriz del actual ciclón geopolítico

En su libro Las leyes del caos, editado por Crítica en 1999, el premio Nobel de Química Ilya Prigogine escribió que al introducir el caos nos obligábamos también a introducir los conceptos de incertidumbre y de irreversibilidad y nos advertía de la necesidad de tener en cuenta que el caos es siempre la consecuencia de factores de inestabilidad. Al dar cuenta de esa misma conexión el viñetista Ramón, en la portada del semanario satírico Hermano Lobo correspondiente al 2 de agosto de 1975, dibujaba a un prócer que encaramado a una tribuna interrogaba a la multitud para que se pronunciara sobre la alternativa que les proponía: ¡o nosotros o el caos!. A lo que el público masificado respondía: ¡¡el caos, el caos!! Y, entonces, el prócer encumbrado dictaminaba: es igual, también somos nosotros. Para no perder contexto, se recomienda al lector que observe bien la fecha y deduzca en qué vísperas estábamos.

Vayamos ahora con el diplomático Nicolás Cimarrafellow Rafael del Pino en el Belfer Center for Science and International Affairs, quien en el análisis publicado en la revista Política Exterior, establece una relación directa entre la deriva geopolítica, la crisis de liderazgo trumpista y el sistema de alianzas, de una parte, y las crisis de desconfianza, polarización interna y comunicación democrática, de otra. Recuerda nuestro autor -cuyo texto ha sido escrito antes de que el presidente Donald Trump se hubiera lucido dando espectáculo con las tablas de los aranceles, insultara a la UE, quisiera humillar a todos revelando el afán que compartían de chuparle el culo y anunciara sus anheladas conquistas territoriales a expensas de sus vecinos- que el poder siembra e impone un orden y que el orden sostiene el sistema para concluir que no hay posibilidad de poder con orden si cunde la incertidumbre sobre la naturaleza, carácter y objetivos del poder.

En ese caso, tal vez haya poder, pero no habrá orden

Sostiene Cimarra además que la fortaleza del poder estadounidense de aquí en adelante va a ser incapaz por sí sola de aguantar el orden mundial liberal patrocinado por Washington a partir del fin de la II Guerra Mundial en 1945. Ese poder además de manifiesto era predecible, de forma que aliados y adversarios podían comprenderlo y proceder a la adaptación de sus planteamientos estratégicos para que sintonizaran mejor con la longitud de onda en que emitía en cada momento la Casa Blanca. Sucede ahora que el poder americano es una incógnita imposible de despejar y esa incertidumbre se ha constituido en la fuerza motriz del actual ciclón geopolítico.

En Estados Unidos falla además el consenso interno en política exterior, a lo que contribuye el grado elevadísimo de polarización de los electores y la diferencia infinitesimal que registra el voto a cada uno de los dos partidos, Republicano y Demócrata. Lo cual aumenta las probabilidades de que se cumpla el pronóstico del evangelista Mateo (12:25) de que «Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá» (Mateo, 12:25).

Súmese a lo anterior que los medios de comunicación donde aún anidan los restos del periodismo profesional, los que veníamos llamando medios informativos, han entrado en interacción nefasta con las redes sociales y prefieren sacrificar todo en aras de la aceleración al servicio de la inmediatez y se tendrá un panorama más exacto del momento que vivimos.