Ignacio Camacho, ABC, 3/7/11
La lucha antiterrorista no contemplaba incentivos ni contrapartidas. Mucho menos, premios por adelantado
SI siguen acumulando premios y prebendas por adelantado, los etarras no van a encontrar ninguna razón para dejar las armas cuando tan bien les va sin hacerlo; no sólo han conseguido un poder institucional sin precedentes para sus representantes políticos sino que el Gobierno se desvive por hacer que se sientan cómodos. Les permite con alegre tolerancia que incumplan la ley de banderas y retiren los símbolos del Estado, los colma de buenas palabras esperanzadoras y encima les regala sinecuras como la capitalidad cultural europea para que enseñen al mundo cómo el terrorismo puede lograr sus objetivos sin arrepentirse ni disolverse. Que no les falte de ná.
Eso no es una vía de pacificación, sino una rendición entreguista que humilla al Estado y vilipendia la memoria de las víctimas. Las bases de la lucha antiterrorista consensuadas en treinta años de resistencia y sufrimiento no contemplaban incentivos ni contrapartidas. La simple existencia de ETA debería haber obrado como elemento de inhabilitación de la candidatura donostiarra; basta recordar la mala uva con que el recién casado Alberto de Mónaco utilizó la amenaza del terror para boicotear las aspiraciones de Madrid ante el Comité Olímpico. Sin embargo, el Gobierno ha mostrado con prístina claridad su simpatía con el experimento de Bildu al otorgar a San Sebastián una prima decisiva de compromiso y legitimación que sella la alianza del Estado con sus enemigos bajo la advocación exhibicionista de una pazzzzzzzficticia. La capitalidad cultural refuerza la condición de parque temático del independentismo violento que el zapaterismo y los batasunos reconvertidos han diseñado para el territorio guipuzcoano. Un grave agravio para las demás ciudades candidatas que no sólo no necesitaban apostar verbalmente por una paz que jamás han cuestionado, sino que a menudo han puesto algunos de los muertos sobre los que se cimenta el triunfo del brazo político de ETA.
Este perverso legado moral de Zapatero es mucho más negativo que el fracaso económico, la quiebra social y los cinco millones de parados. Representa una alianza de facto con los continuadores del terrorismo que insiste en los perniciosos errores de la negociación de la primera legislatura, con el agravante de los estímulos expresos a su conquista del poder. La estrategia gubernamental ha destrozado la principal premisa de la unidad antiterrorista, que consistía en no permitir que ETA obtenga por dejar de matar lo que jamás había podido obtener matando. Ha resultado aún peor: lo está obteniendo sin renunciar siquiera a la amenaza, erigida en garante tutelar de su propio éxito. Por este camino incluso puede resultar probable que en 2016 se haya disuelto —ojalá— tan siniestra custodia, pero será por haber alcanzado sus aspiraciones. Quién sabe si esa orgullosa capitalidad no la inaugurará un lendakarillamado Otegi con Txeroki como consejero de Cultura.
Ignacio Camacho, ABC, 3/7/11