Las cosas han llegado justo al punto al que la izquierda abertzale, la incapaz de plantar cara a ETA, ha querido que llegaran. Han sido muchos los muertos, muchas las chulerías con las que han paseado su falta de compasión y muchas, muchas, las oportunidades perdidas, unos para dejar las armas y otros para dar plantón a quienes las utilizan.
Han sido siempre insaciables y ahora se ven en la necesidad de gestionar una situación inédita para todos, pero en especial para ellos. Han tentado la suerte, han buscado las esquinas al Estado y el Estado les ha plantado cara. Vienen nuevos tiempos. Son tan nuevos que, por ejemplo, el PP y el PNV se van encontrar cara a cara en la liza electoral de 25 municipios vascos. Catorce de Guipúzcoa y once de Vizcaya. Todos ellos pequeños, pero en los que sólo estos dos partidos presentan lista electoral. El PP dice abiertamente que las suyas están formadas por afiliados de otras partes de España, «pero de alguna forma determinadas zonas tienen que dejar de ser territorio prohibido para los no nacionalistas».
De los nacionalistas y del nacionalismo habló ayer Monseñor Setien. En la agenda de actividades del candidato del PNV a la Diputación de Guipúzcoa figuraba la asistencia a la presentación de un libro del obispo emérito de San Sebastián. Setién critica a la Conferencia Episcopal por su declaración contra el terrorismo y advierte que se está haciendo de las víctimas «referencia significada de las opciones políticas españolistas». Esto y más bajo el título «De la ética y el nacionalismo».
Charo Zarzalejos, ABC, 10/5/2003