“¿Dónde ha dejado usted la moderación?” preguntó Pedro Sánchez, que calificó de insultos las críticas de Alberto Núñez Feijóo en el cara a cara que ayer mantuvieron en el Senado los líderes de los dos principales partidos de la democracia española. El líder popular aludía a las ventajas de Sánchez en la adjudicación de tiempos en debates pasados y señalaba que “ni todas las horas del mundo bastarían para que usted explicase los últimos 15 días”. Cierto, pero tampoco eran suficientes para que al líder de la oposición le diera tiempo a describir con algún detalle los despropósitos puestos en marcha desde el Gobierno.
El presidente usó y abusó del lenguaje no verbal: subrayaba el discurso de Feijóo, denegando con movimientos de cabeza que fingían pesadumbre por lo que tenía que oír, o bien volvía la cabeza hacia los suyos con una risa caballuna, a lo Fernandel. Y mintió, claro. Tratándose de Sánchez no cabe el énfasis de “en sede parlamentaria”. Él miente siempre, en cualquier lugar y a propósito de lo que sea. Interpelado acerca del abaratamiento del delito de sedición de los golpistas catalanes que él había calificado no se ‘sedición’, sino de ‘rebelión’: «Clarísimamente ha habido un delito de rebelión», dijo en 17 de mayo de 2018.
Bueno, pues ayer Sánchez no respondió a las cuestiones que le planteó Núñez Feijóo y volvió a justificar el abaratamiento de la sedición con dos sofismas clamorosos: la homologación con Europa y el hecho de que nuestra sedición está demodé, porque el delito data de hace un par de siglos, cuando había alzamientos militares. Dos falsedades: los hechos que se produjeron en Cataluña en 2017 no se llaman sedición: en Alemania, un suponer, se llaman ‘alta traición’ y está penada hasta con cadena perpetua, al igual que en Francia. Por otra parte, el delito de sedición en las leyes españolas es mucho más reciente. Fue otro socialista, Juan Alberto Belloch, el que lo introdujo en el Código penal de 1995.
Consideraba el doctor Fraude que es la oposición la que hace piña con los golpistas catalanes; separatistas y separadores, dijo, cuestión que él ha venido a resolver cruzando la raya para pactar con los separatistas. Pactó primero la impunidad para los condenados por golpistas y ahora lleva camino de pactar la ruptura de la nación. Es verdad que antes se han roto los separatistas, pero eso no ha sido mérito de Sánchez, sino de su propia fuerza centrífuga.
Respecto al gran escándalo político que ha supuesto la Ley del solo sí es sí no hubo manera de que se ciñese al tema, que no es otro que el abaratamiento de las penas a los condenados por delitos contra la libertad sexual, haciendo gala de la misma ignorancia jurídica que Irene Montero y Patxi López, al reprochar al PP que se opusiera a las directrices de la Fiscalía General del Estado, en la creencia que es la Fiscalía la que crea jurisprudencia en lugar del Tribunal Supremo.
La verdad que desmentía las palabras de Sánchez estaba en el pacto con EHBildu para expulsar a la Guardia Civil de Navarra a cambio de sus votos para aprobarle los presupuestos de 2003.
Estuvo oportuno Feijóo al prometerle una moción de censura en las elecciones de mayo y gustó mucho a su bancada que prometiera al presidente que “la próxima vez que nos veamos en el Congreso será en mi sesión de investidura”.