Jesús Fonseca, LA RAZÓN, 30/1/12
Es la mejor lección. La alternativa más corta al castigo, para dar satisfacción a las víctimas: asumir la culpa por los crímenes cometidos y tomar conciencia del daño causado. No me sorprende que once etarras hayan pedido perdón cara a cara a sus víctimas, incluidas cuatro viudas. Cualquier ser humano es capaz de rehacerse por dentro. La vida se levanta siempre así, desde dentro, y no fuera de nosotros. Que quede claro: sin arrepentimiento y clemencia no habrá nada que hacer. Los etarras arrepentidos están marcando el camino al resto de los presos de la banda, casi 500 más. Un gesto, por cierto, que no puede ser a cambio de beneficio penitenciario alguno. Otra cosa es que el perdón sea siempre lento a la cólera y rico en piedad. Reconocer el dolor causado y pedir perdón, sí, no hay otro camino. Y tampoco basta con un mero distanciamiento de la lucha armada, no. Los terroristas deben dejar claro, además, que han abandonado la banda. Las cosas son lo que son, no lo que interesa que sean. El entorno de ETA no marca la agenda. Sería un error –el más inmenso error– hacerles caso. Lo primero es entregar las armas. La mayor verificación del alto el fuego, como ha dicho Basagoiti, la mejor, la más oportuna –si su intención es no volver a asesinar– es que ETA entregue las armas. Se equivocan quienes presentan a los presos como héroes. Además de hacer un flaco servicio a los etarras detenidos, tiran piedras contra su propio tejado. Se pongan como se pongan, aquí sólo hay víctimas y verdugos. Ni el Gobierno ni la sociedad podremos ser generosos mientras estas cosas no estén claras. Y siguen sin estarlo, o quieren algunos enredarlas, que tanto da. Se pueden y se deben dar pasos. Lo queremos una inmesa mayoría de españoles. Pero, para avanzar, los primeros que tienen que darlos son los propios presos, sus familias y quienes de verdad los quieren.
Jesús Fonseca, LA RAZÓN, 30/1/12