EL PAÍS, 4/3/12
Veintitrés años después de su encierro de 249 días, el empresario accedió a reunirse con su conocido captor, que había pedido verle. Ahora es un disidente de ETA
Durante 249 días con sus noches, el empresario Emiliano Revilla vivió en un agujero de cuatro metros cuadrados que recorría una y otra vez con solo dos pasos, hasta hacer más de 2.000 kilómetros, para mantener la entereza y el equilibrio mental. ETA lo mantuvo allí encerrado entre el 24 de febrero y el 30 de octubre de 1988. Lo vigilaban tres hombres y una mujer, los mismos que lo secuestraron en el portal de su casa de la plaza de Cristo Rey (Madrid), a los que no llegó a ver la cara porque iban encapuchados. Hablaba a menudo con dos de ellos. Veintitrés años después, en el otoño de 2011, se reunió con el que había conocido más, El jefe, como él lo llamaba: Joseba Urrusolo Sistiaga, uno de los coroneles de ETA, exjefe del comando Madrid, con condenas de centenares de años de cárcel por secuestro y asesinato, y ahora disidente de la banda; uno de los miembros del autodenominado grupo de Presos Comprometidos con el Irreversible Proceso de Paz.
Revilla, de 83 años, y Urrusolo Sistiaga, uno de los terroristas más buscados durante los años ochenta y parte de los noventa, cuya foto presidía todas las comisarías de policía españolas, conocido como el hombre de las mil caras,se reunieron en el interior de la cárcel, según confirman fuentes conocedoras de la reunión. Urrusolo pidió hablar con él y el empresario aceptó reencontrarse con su captor. La visita, según confirman las mismas fuentes, resultó positiva para ambos. Hablaron del pasado y del presente. Desde el entorno del empresario han declinado hacer comentarios porque, aseguran, no han podido hablar con él y desconocen si se ha producido el encuentro.
La reunión se llevó a cabo dentro del marco de los “encuentros restaurativos” organizados por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias durante el Gobierno socialista con la colaboración de la oficina de víctimas del terrorismo del Ejecutivo vasco. Se iniciaron en la primavera de 2011 a petición de los presos de Nanclares de Oca (Álava) —ahora en la nueva prisión de Zaballa—, una veintena de reclusos, de los más de 500 internos de ETA en España, que han rechazado la violencia.
Los presos no obtienen ningún beneficio penitenciario por participar. Es la garantía de que su interés es sincero, que no buscan ninguna ventaja más allá del plano personal. Las víctimas, que se reúnen primero con un mediador, pueden abandonar el proceso en cualquier momento. Hasta ahora se han encontrado 11 víctimas con 11 presos. Algunos con un mediador presente y otros, sin él. En cinco casos, los reclusos estaban relacionados directamente con el atentado o delito que sufrió la víctima. Así ocurrió con Revilla y Urrusolo.
Fue una reunión entre dos personas que se conocieron bien durante un largo encierro de ocho meses, el tercer secuestro más largo de ETA —cuando el empresario fue liberado, aún faltaban por llegar los angustiosos 342 días del empresario José María Aldaya y los 532 del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara—. Revilla ha cambiado poco desde 1988, pero sí lo han hecho las ideas de Urrusolo. Hace 23 años defendía ante el empresario la necesidad de que el Gobierno negociara con ETA —el secuestro se produjo tras la ruptura de las primeras conversaciones en Argel entre la banda terrorista y el Gobierno—, pero hablaba de la necesidad de la lucha armada.
Nueve años después del secuestro de Revilla, en 1997, Urrusolo fue detenido en Francia. Lo extraditaron a España en 2001, acusado de 16 asesinatos y dos secuestros. En distintos procedimientos judiciales ha sido condenado a más de 600 años de cárcel por, entre otros casos, el asesinato de tres policías, de un militar o el envío de un paquete bomba que provocó la muerte de dos artificieros.
Tras su detención, sus ideas comenzaron a cambiar. En 1997, poco después de su arresto, y tras el secuestro y asesinato del concejal popular de Ermua Miguel Ángel Blanco, firmó su primer documento abogando por el fin de la violencia. Ahora ya no pertenece a ETA.
Revilla fue secuestrado en el portal de su domicilio madrileño a las once de la noche del 24 de febrero de 1988. No lo trasladaron de ciudad, sino que lo llevaron a un zulo situado en una casa en la calle de Belisana, cerca de Arturo Soria. Era un húmedo agujero excavado bajo un corral al que se accedía con una escalera de mano. Fue liberado cerca de su domicilio, junto a los jardines del Hospital Clínico, 249 días después, tras el pago de varios cientos de millones a la banda.
La estrecha relación que mantuvieron Revilla y Urrosolo la explicó el propio empresario después de ser liberado. “Los secuestradores me dijeron que su experiencia conmigo había sido muy positiva, que han aprendido mucho”, explicó entonces el empresario. “El jefe [Urrusolo Sistiaga] me dijo: ‘Creo que ningún secuestrador ha tenido motivos para recibir tantas satisfacciones de un secuestrado como nosotros de usted’”.
Con Urrusolo tuvo largas conversaciones durante su interminable encierro. El secuestrador escuchaba las explicaciones sobre materiales de construcción del empresario soriano, un trabajador infatigable que montó un imperio a partir de la sociedad familiar de embutidos Industrias Revilla que vendió más tarde a la multinacional holandesa Unilever para dedicarse de lleno a los negocios inmobiliarios. Su captor le contaba las recientes fusiones bancarias que había leído en la prensa.
Durante sus ocho meses en el zulo, el secuestrado hizo todo lo que pudo para mantenerse sereno en un espacio minúsculo y sin luz natural: pintó cuadros, dibujó proyectos inmobiliarios, escribió unas memorias de más de 200 páginas que se quedaron en manos de sus captores, caminaba 10 horas diarias… Revilla mostró una fortaleza fuera de lo común, en las condiciones más adversas que se puedan imaginar, que le permitió salir del secuestro en buen estado de salud. Ese año cumplió los 60.
Se habló mucho en ese momento, después de las explicaciones sobre cómo había sido el secuestro, de que Revilla padecía síndrome de Estocolmo, algo que fue siempre negado por el empresario, su familia y su médico. Fueron su formidable entereza y su filosofía vital, según su médico, Arturo Fernández Cruz, los que lograron que saliera del secuestro en un estado mental tan positivo que sorprendió al juez y a los fiscales y abogados que estuvieron presentes en sus primeras declaraciones ante la justicia. “Emiliano Revilla está sorprendentemente bien. No tiene ninguna clase de síndrome de Estocolmo. Más bien habría que decir que son los secuestradores los que habrán contraído el síndrome Revilla”, aseguró el forense del caso. “Yo conozco a mi padre y sabía que iba a aguantar, a buscar salida a los momentos malos”, relató su hija Margarita a la revista Tiempo. El propio Revilla negó haberse dejado manipular por los terroristas: “No me someto a las influencias. Tengo los pies en el suelo. Estoy forjado como el hierro de los yunques”, afirmó.
Hace unos meses decidió aceptar la invitación de su secuestrador. En esta ocasión, el que está privado de libertad es Urrusolo Sistiaga, por sus múltiples condenas. Finalmente, el secuestrado pudo ver la cara a su captor encapuchado.
EL PAÍS, 4/3/12