Ignacio Camacho-ABC
- La regeneración económica va a ser el eje del proyecto de relevo. Pero sin reformas institucionales quedará incompleto
Si los españoles siguen teniendo problemas para llegar a fin de mes y continúa creciendo la preocupación económica, Núñez Feijóo llegará a La Moncloa con la placidez de un surfista encaramado en una buena ola. Las cosas de comer y de vivir prevalecen siempre ante las cuestiones ideológicas y el PP tiene en esa materia una trayectoria de intendencia provechosa, administración diligente y gestión sólida. Asunto distinto será que tenga que hacerse cargo de una quiebra del Estado con las protestas en la calle de los propios autores del descalabro. Con eso cuenta el líder popular desde el mismo instante en que aceptó ser candidato pero antes tiene que vencer a un rival correoso, duro de pelar, protegido por un fuerte blindaje propagandístico y mediático. Las primeras impresiones -es decir, los primeros sondeos- revelan una clara inflexión de la deriva decreciente de un Casado incapaz de sostener el impulso que Ayuso le dio hace un año. Aun detrayendo el efecto de la novedad resulta evidente que el fracaso gubernamental en la contención del empuje inflacionario está asentando en el electorado una patente voluntad de cambio.
A Feijóo se le está poniendo muy pronto cara de presidente. En realidad la trae de serie porque lleva ejerciendo como tal en Galicia desde 2009 y cuatro mayorías absolutas no se ganan sólo con suerte. Su talante aplomado, responsable, maduro, dibuja un perfil de político competente poco dispuesto a enredarse en debates irrelevantes y a distraerse con tareas estériles. Es el tipo de dirigente que puede prosperar en tiempos de problemas graves, cuando la gente se siente en aprietos y busca alguien que ofrezca respuestas rápidas, concretas y eficaces. En ese sentido las circunstancias le son favorables para conectar con la calle porque este Gobierno sólo propone soluciones dogmáticas y pierde demasiado tiempo en asuntos triviales. Sin embargo, el colapso funcional del país exige también reformas importantes de regeneración institucional, planificación educativa y cohesión territorial que no pueden aplazarse sin riesgo de parálisis.
La recuperación de la economía es prioritaria y será el eje del proyecto de relevo. Pero éste se quedará corto si no incluye la reconstrucción del tejido político y civil que el sanchismo ha deshecho con su falta de respeto por las reglas de juego. Un programa de mayoría social no puede dejar ese flanco descubierto. No se trata de ideología sino de ideas: unas cuantas apenas, potentes, realistas, sensatas, resueltas en la defensa de los valores liberales y de la sociedad abierta. Muchos votantes no desean repetir la experiencia de un marianismo burocrático atento sólo a cuadrar las cuentas mientras le organizaban una insurrección de independencia. La conquista de la hegemonía en el centro-derecha requiere un liderazgo que tenga una noción completa, integral, de España en la cabeza.