ABC 23/06/17
IGNACIO CAMACHO
· Sánchez ha empezado a caracolear en el conflicto catalán. Si las cosas se ponen feas puede acabar echándose a un lado
LLEGADO el caso, que va a llegar, de tener que aplicar el artículo 155 de la Constitución en Cataluña, el Gobierno dispondrá de una circunstancia ventajosa y otra desfavorable. La ventaja consiste en que, al estar residenciada la iniciativa en el Senado, el PP se halla en condiciones de adoptarla por mayoría absoluta reforzada con el apoyo de Ciudadanos. El inconveniente es que el PSOE se puede desmarcar porque su voto no es determinante. Si lo fuese, Pedro Sánchez se vería requerido por una responsabilidad de Estado pero la correlación de fuerzas le permite esquivar el marrón y lavarse las manos. Y en su estrategia de desgastar al marianismo resulta bastante probable que si las cosas se ponen feas acabe echándose a un lado.
Ya ha empezado, de hecho, a preparar el terreno; a sugerir una posición equidistante entre los secesionistas y el Gobierno. La alcaldesa de Santa Coloma, miembro de su Ejecutiva, se sumó ayer a la propuesta guardiolista de apelar a «la comunidad internacional» si se produce la suspensión de la autonomía para evitar el referéndum, aunque ni el uno ni la otra hayan sido capaces de concretar cómo se hace eso. Quizá la difusa comunidad internacional pueda escuchar con más o menos displicencia la voz de un conocido deportista pero es más complicado que atienda la de una regidora de pueblo. Sin embargo Sánchez sí puede armar cierto ruido negándose a dar su acuerdo. Su prioridad política es la de construir contra la derecha un frente de aislamiento; por eso desde que ha recuperado el liderazgo no para de caracolear en torno a Podemos.
Una decisión de este tipo crearía en el partido –en lo que queda de él– un fuerte debate interno; hasta Alfonso Guerra ha declarado que el 155 debería haberse invocado ya hace tiempo. Pero el líder socialista no parece preocupado por las opiniones adversas; se siente investido de una autoridad aclamatoria muy por encima de cualquier disentimiento. Su contundente victoria ha laminado la tradición jacobina del PSOE, cuyo epitafio está escrito en la definición de plurinacionalidad aprobada en el último congreso. Si el conflicto catalán va a mayores, el sanchismo es proclive a adoptar un perfil bajo, ambiguo, huidizo: una teórica defensa constitucionalista con muchos matices evasivos para dejar al Gabinete de Rajoy y a Cs la asunción de los riesgos. El compromiso de palabra con el presidente tiene poco valor en un hombre decidido a utilizar cualquier medio para ocupar su puesto.
En caso de tener que recurrir a medidas excepcionales, y el artículo 155 lo es aunque se aplique de forma limitada, el centro derecha estará solo a todos los efectos. La izquierda populista y el nacionalismo se pondrán enfrente; en este asunto ni siquiera del PNV cabe esperar un gesto. Y en las primarias no sólo fue derrotada la socialdemocracia clásica: cayeron con ella los últimos vestigios del consenso.