LIBERTAD DIGITAL 04/01/17
JOSÉ MARÍA ALBERT DE PACO
El llamamiento de la ANC a llevar farolillos independentistas a la cabalgata de Reyes de Vic es, al decir de los promotores de la cosa, una iniciativa normal, como normal consideran el uso de las instituciones con fines propagandísticos o la usurpación, ya sea real o simbólica, del espacio público. Al igual que en otros casos, el hecho de que la propuesta provenga de una organización no gubernamental (ustedes ya me entienden) permite a las autoridades 1) rehuir toda responsabilidad y 2) reivindicar la ascendencia popular del nacionalismo. El procedimiento culmina oficializando la práctica en nombre de la tradición y empleando los medios de comunicación públicos para divulgar la buena nueva en virtud de un ignoto interés general.
No en vano, la principal alegación de la ANC frente a lo que sus dirigentes califican, con ardor guerrero, de ofensiva unionista ha consistido en recordar que la cavalcada dels fanalets independentistes (nombrar el mundo, bien lo sabemos, es una forma de apropiárselo) se viene celebrando «con absoluta normalidad» desde 2012. Así es, en efecto; el ruido que ha suscitado el llamamiento en esta ocasión no se debe tanto a la novedad cuanto a que TV3 retransmite la cabalgata, ejerciendo, una vez más, de altavoz de la causa independentista. Que se trate de un acto irrespetuoso con la diversidad, excluyente o, sencillamente, estupefaciente no es algo que suponga quebranto alguno en el libro de estilo de la casa; también la Constitución soviética garantizaba la libertad de expresión.
En cualquier caso, la deriva paranormal del proceso es una noticia extraordinaria. Reconforta, qué quieren que les diga, leer párrafos como este del Ara: «La ANC y Òmnium de Osona hicieron una llamada a recibir a sus majestades de Oriente con esteladas para, así, dar visibilidad a la demanda del referéndum y dar a conocer las aspiraciones de Cataluña en las tierras de los tres reyes». Aparte de unionista soy un pelín escéptico y, por lo demás, siempre ando mal de tiempo, por lo que, si se me van agrupando los adversarios, eso que gano. Aunque, bien pensado, tal vez la noche de los farolillos sea una fortuita declaración de sensatez. Después de todo, a quien hay que pedirle la independencia es, exactamente, a Melchor, Gaspar y Baltasar.