Carme(n)

IGNACIO CAMACHO, ABC 02/03/13

· La maniobra envolvente de Rubalcaba con Pere Navarro ha dejado a Chacón en tierra de nadie, sin amparo orgánico.

España es una democracia de partidos en la que a día de hoy resulta imposible construir un liderazgo fuera del amparo orgánico. El partido te proyecta o te hunde, te liquida o te salva. Pero el partido no es la militancia ni el electorado, sino la dirigencia y el aparato; sin el respaldo de esa burocracia rectora nadie puede aspirar a un papel significativo dentro de la vida sectaria por mucho que sea capaz de forjarse una reputación social o un prestigio ciudadano.

Ése es el error que ha cometido Carme(n) Chacón en su indecisa estrategia de asalto a la dirección del PSOE. La capacidad de intriga de Rubalcaba la ha envuelto en una pinza de aislamiento de la que por ahora no sabe ni puede escaparse. Enfrentada con su organización matriz catalana no logra tampoco el apoyo de los barones nacionales, que salvo Tomás Gómez han decidido respetar el statuquo y el calendario oficial de primarias. El tiempo corre en su contra porque cada paso que el PSC avanza hacia el soberanismo la sitúa más en tierra de nadie. Y le ha faltado arrojo para cruzar la línea decisiva: su discurso contra el derecho a decidir le exigía un voto en contra que no se atrevió a formular. Prefirió quedarse en el limbo, sin abstenerse siquiera, como si no estuviese. Y en política, a veces, hay que estar. Elegir, arriesgarse, comprometerse con alguien o con algo.

Rubalcaba tiene más margen porque ya es el secretario general. Su actitud contemplativa ante los coqueteos soberanistas del PSC irrita a los notables y desconcierta a parte de los electores pero le permite ganar tiempo y evitar una ruptura que trituraría las expectativas de un partido que no puede ganar en España sin una posición sólida en Cataluña. El líder nacional ha preferido permitir la escaramuza catalana para triturar en ella a su principal adversaria. Su maniobra envolvente con Pere Navarro ha dejado a Chacón a la intemperie; para convertirse en candidata tendrá que buscar complicidades fuera de su propia federación, una utopía en la férrea estructura territorial que domina la partitocracia española.

El juego con la N de su nombre la ha terminado enredando en una confusión de identidades. Si quiere ser Carme —pronúnciese Carma— se alejará de la sensibilidad mayoritaria en la socialdemocracia española; si escoge convertirse en la Carmen de Olula dejará descubierta su retaguardia. Y el mestizaje que podría lanzarla como una alternativa integradora lo obstaculiza la tajante intervención del aparato de Cataluña. Le queda la baza del salto al vacío, una ruptura terminante que reclamaba el gesto decisivo que no se determinó a hacer en la votación del Congreso. El paso simbólico del Ebro sin vuelta atrás. Pero optó por permanecer en mitad del río, al alcance del tiro desde ambas orillas. Lleva el suficiente tiempo en política para saber que es Rubalcaba quien controla las dos líneas de fuego.

IGNACIO CAMACHO, ABC 02/03/13