La alcaldesa de Madrid afeó ayer a la hermana de Miguel Ángel Blanco que durante un homenaje al concejal asesinado por ETA le hubiera pedido que colgara en su memoria una pancarta en el Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de la capital. «Estoy segura de que tú entiendes que no es la manera de decirlo. Hay que hablar, hay que llamar…», le espetó Manuela Carmena a Mari Mar Blanco en una tensa conversación captada por Onda Cero.
La bronca se produjo en el primero de los dos actos celebrados ayer en la capital para recordar al edil secuestrado y ejecutado hace ahora 20 años, organizado por el PP. Tras la polémica de los días previos, la regidora acudió tanto a esta cita como a la concentración convocada dos horas más tarde por el propio Gobierno de Ahora Madrid –patrocinado por Podemos–. En ambos escenarios fue recibida con abucheos.
En el homenaje de los populares, el portavoz de su grupo en el Ayuntamiento, José Luis Martínez-Almeida, y el presidente de Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, reclamaron a la alcaldesa que reconsiderara su negativa a desplegar un cartel en Cibeles con la imagen del concejal. Carmena había justificado esta decisión para «no destacar a una víctima sobre las demás».
Mari Mar Blanco se sumó también a la petición desde el escenario instalado en la plaza de la Villa con la vista fija en la tribuna de autoridades. «Querida alcaldesa: no hablo en estos momentos como hermana de Miguel Ángel Blanco, que por supuesto lo soy, hablo como presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo y como presidenta te pido que por todas y cada una de las víctimas del terrorismo coloques la imagen de mi hermano, que representa la memoria de todas y cada una de las víctimas del terrorismo», le dijo.
Posteriormente, ya sin megafonía de por medio, Carmena intercambió unas palabras con ella para reprocharle el canal que había utilizado para hacerle llegar este mensaje. «Tú este acto lo has preparado con el PP», llegó a decirle la regidora en la conversación captada por una radio.
En el siguiente acto del día, éste en la plaza de Cibeles, la alcaldesa ya sí habló en público, pero sin hacer mención alguna a la polémica de la pancarta y apelando a que «lo más hermoso en la democracia es que seamos capaces de entendernos unos y otros, aunque unos y otros tengamos opiniones diferentes». Al finalizar la concentración y los discursos, en el equipo municipal descartaron que se estuviera contemplando la posibilidad de desplegar un cartel con la imagen de Blanco en la fachada de Cibeles, donde desde hace meses cuelga uno con la leyenda Welcome refugees (Bienvenidos refugiados).
El clima crispado de Madrid tuvo ayer réplicas en otros ayuntamientos gobernados por Podemos, como Zaragoza o Cádiz, donde los alcaldes intentaron utilizar el homenaje a Blanco para colocar su mensaje sobre las víctimas del franquismo.
Así sucedió en Zaragoza, donde se produjo un encontronazo entre el regidor, Pedro Santisteve, y las víctimas del incendio del Hotel Corona de Aragón, que se cobró la vida de 79 personas y dejó 114 heridos en 1979, muchos de ellos militares. Justo ayer mismo se cumplían 38 años. Los damnificados sostienen que fue un atentado terrorista y en algunos casos así ha sido reconocido por el Ministerio del Interior, al concederles ayudas y distinciones como tales víctimas del terrorismo.
«Somos los grandes olvidados», dijeron ayer a las puertas del ayuntamiento algunos de los familiares. Santisteve les contestó: «Hay muchos olvidados. Hay 114.000 muertos en las cunetas de este país sin enterrar. Esos sí que son olvidados». Este desprecio irritó a los familiares, que habían sido ninguneados ya por el alcalde cuando le invitaron a celebrar su aniversario.
En paralelo, el alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, que no ha querido dar una calle de la ciudad a Blanco, utilizó el breve acto de homenaje como plataforma para recordar a todas las víctimas de la violencia: «Tanto a Miguel Ángel Blanco como a todas las víctimas del terrorismo, ya sean de ETA, del 11-M o de la dictadura franquista».
Por su parte, Pablo Iglesias acusó al PP de utilizar a las víctimas como «arma arrojadiza» para «que no se hable de corrupción».