Alvaro Nieto-Vozpópuli
El nivel de sectarismo de una parte de la izquierda española empieza a ser insoportable. En su desesperado intento por apropiarse de las causas más justas y reafirmar su proverbial superioridad moral, pretenden hacernos creer que todo el que no es de izquierdas es un ser detestable.
El último ejemplo lo hemos visto con la fiesta del Orgullo Gay de Madrid. Los organizadores, una asociación llamada Cogam, han puesto como condición para participar en la tradicional cabalgata por las calles de la capital que los partidos políticos suscriban un decálogo cuyo primer punto está especialmente redactado para Ciudadanos y el Partido Popular: «No valerse para gobernar de los votos de los partidos que defienden una ideología de extrema derecha».
Lógicamente, con ese punto Cogam lo que está diciendo es que ni PP ni Ciudadanos son bienvenidos en la fiesta del Orgullo… Pero, ¿quién es Cogam para vetar a dos partidos que quieren sumarse libremente a una reivindicación de los derechos de los homosexuales? ¿Acaso un gay no puede votar a esos partidos? ¿No conciben a un gay que no sea de izquierdas?
El precedente del 8-M
Una parte radical de la izquierda, aunque cada vez más extendida, quiere hacernos creer que sólo ellos defienden a gais y mujeres… y que todos los demás están en su contra: la derecha es, por tanto, homófoba y machista. Da igual que la realidad demuestre lo contrario o que haya gais y feministas que se declaren de derechas. Recordemos, por ejemplo, que Ciudadanos es el único partido en España que defiende legalizar los denominados vientres de alquiler, que es una de las principales reivindicaciones del colectivo homosexual. De nada vale: están obsesionados con secuestrar determinadas banderas y no dejar ni un milímetro de espacio al adversario.
Si no eres de izquierdas, eres un machista, un homófobo y, por supuesto, te importa un carajo el medio ambiente
Son todas ellas muestras de sectarismo que estoy seguro que muy pronto se extenderán a otros ámbitos como el medio ambiente. Desde hace meses se están celebrando manifestaciones para exigir soluciones contra el cambio climático… y estamos a medio minuto de que la izquierda secuestre también esa causa. La derecha, ya se sabe, es partidaria de contaminar cuanto más mejor. Si no eres de izquierdas, es evidente que estás contra los gais, eres un machista y el medio ambiente te importa un carajo. Aquí no valen ni medias tintas ni escala de grises. O eres exactamente como yo o eres todo lo contrario.
Otro ejemplo lo vimos en Madrid seis días después de las elecciones municipales del pasado 26 de mayo, cuando un grupo, afortunadamente muy pequeño, promovió una manifestación… en contra del resultado de las urnas, que dejaban a Manuela Carmena con un pie fuera de la alcaldía.
No había pasado ni una semana de las elecciones, pero algunos ya habían decidido manifestarse contra los resultados… dando por hecho que cualquier opción que no sea Carmena es un peligro para la ciudad. Esa gente que se manifestó está en su derecho de defender a la exalcaldesa de Madrid, pero debería tener un poco más de respeto por lo que sus conciudadanos han votado.
No sabemos cómo será la gestión de José Luis Martínez-Almeida, pero lo democrático sería salir a la calle a protestar en función de lo que en cada momento haga y no en plan preventivo porque represente una hipotética amenaza. Algunos de estos nuevos sectarios son muy jóvenes, así que conviene recordarles que la capital de España ha sido gobernada muchos años por políticos del PP y nunca se produjo el apocalipsis, ni siquiera cuando la alcaldesa fue la esposa de José María Aznar, Ana Botella.
Los ciudadanos de Madrid han elegido libremente en las urnas y, por supuesto, tienen todo el derecho del mundo a equivocarse. Y pensar de antemano que todo lo que no sea Carmena es el caos es absurdo. De hecho, yo mismo sigo impactado por las llamadas que estoy recibiendo estos días de familiares y amigos de fuera de la capital que, alarmados, me preguntan por qué extraña razón los madrileños hemos decidido echar a Carmena.
Obviamente, la exalcaldesa se lo ha trabajado muy bien, pues disfruta de una imagen casi impoluta, sobre todo fuera de Madrid. Con ayuda de unos cuantos periodistas palmeros se ha conseguido transmitir que Carmena es una política ejemplar e intachable. Y de ahí que todavía algunos no se expliquen lo que ha sucedido y consideren poco menos que imbéciles a todos aquellos que no han votado a la que algunos califican sin ningún rubor como «la mejor alcaldesa de la historia».
El legado de Carmena
Pero, a pesar de ello, los vecinos de Madrid han decidido que cuatro años han sido suficientes para tanta excelencia. Por eso han ido a votar guiados por hechos concretos, no por consignas: la ciudad está más sucia que hace cuatro años, el tráfico sigue siendo un caos, los manteros han invadido las aceras y los pisos okupados se han multiplicado. Todo eso no se ve más allá de la M-30, donde sólo llegan los ecos de la propaganda de las magdalenas.
Para colmo, los madrileños, muy habituados a grandes inversiones en infraestructuras, han visto cómo en estos últimos cuatro años no se ha hecho absolutamente nada. Es más, como consecuencia de ello Carmena ha conseguido su único logro de la legislatura: reducir la deuda del Ayuntamiento. Qué paradojas tiene la vida: la alcaldesa de la izquierda más radical se ha visto obligada a sostener un discurso neoliberal y a sacar pecho por no haberse gastado el dinero del que disponía… y todo porque su mala gestión le ha impedido ejecutar la totalidad del presupuesto.
El único legado concreto que deja Carmena es el de Madrid Central y la nueva Gran Vía, un proyecto bienintencionado que ha sido acometido de una manera torpe y chapucera. La izquierda mediática que tanto lo aplaude podría, por poner un solo ejemplo, preguntarle a los ciclistas qué les parece que el carril bici de la principal arteria de la capital vaya incrustado entre los taxis por un lado y los autobuses por el otro.
En resumen. Sectarismo es pensar que sólo Carmena tiene derecho a gobernar la capital porque los demás son una panda de indocumentados. Sectarismo es criticar al PP por arrebatarle la alcaldía sumando sus votos a los de Vox y, al mismo tiempo, aplaudir que en Badalona, la cuarta ciudad más poblada de Cataluña, los socialistas y los podemitas se hayan aliado con los independentistas de Esquerra Republicana (ERC) para que no sea alcalde el popular XavierGarcía Albiol, que fue el más votado el 26-M. Sectarismo es plantear un cordón sanitario para aislar a Vox pero, a la vez, tratar como demócratas de toda la vida a los indepes de ERC, cuyo líder está en la cárcel esperando sentencia por haber dado un golpe de Estado.