ABC-JON JUARISTI

Ha fallecido la editora Carmina Salgado, una de las grandes figuras de la cultura católica contemporánea

EL pasado lunes me enteré de la muerte, el día anterior, de mi amiga Carmina Salgado. Pocas figuras de mi generación han dejado en mí una presencia tan indeleble y a pocas me he sentido tan cercano por encima de diferencias que nunca fueron disensiones. Carmina, desde su cristianismo hondamente vivido, tuvo siempre la generosidad de plantear temas en los que podíamos encontrarnos, estar de acuerdo o, al menos, conversar y pensar en común, y me invitó en muchas ocasiones a que explicara mis ideas ante ella y sus compañeros de Comunión y Liberación, bien en debates públicos o en sobremesas casi multitudinarias en su residencia de Majadahonda.

Fueron Carmina y su marido, José Miguel Oriol, con Jone Echarri y el suyo, Jesús Carrascosa, los introductores en España, en la primera mitad de los años setenta, de Comunión y Liberación, el movimiento fundado en 1954 por monseñor Luigi Giussani con alumnos suyos de un liceo milanés. Supe de la existencia de dicho movimiento en 1979, cuando en una librería religiosa de Bilbao compré el primer número de la edición española de Communio, su revista de teología. Me interesó que la publicación incluyera en números sucesivos artículos sobre René Girard, cuyas teorías sobre la violencia mimética y el sacrificio leíamos y discutíamos varios amigos vascos en aquellos años de plomo y terror.

Pero mis primeros recuerdos de Carmina y de José Miguel son muy anteriores. De cuando, a mediados de los sesenta, instalaban sus puestos en las barriadas obreras de los alrededores de Bilbao para vender las publicaciones de ZYX, editorial que dirigían y que, con raíces cercanas en la HOAC, trataba de promover una cultura comprometida con la resistencia al franquismo desde posiciones cristianas y libertarias. El catálogo de la editorial da hoy una impresión de búsqueda –un tanto errática– de alternativas de izquierda que se apartasen de las ideologías totalitarias. El régimen les cerró la editorial, que relanzaron bajo otro sello, Zero. El encuentro en la feria de Frankfurt con una editorial italiana de sesgo semejante, Jaca Books, derivó en otro de los Oriol y los Carrascosa con monseñor Giussani. Y así surgió la rama española de Comunión y Liberación, a la que el indecente progresismo doméstico comenzó pronto a tachar de secta de extrema derecha.

Carmina nunca se acomplejó ante este tipo de acusaciones. En 1978, se fundó en Madrid la editorial Encuentro, impulsada por Comunión y Liberación. Carmina la dirigió desde 1991 hasta su reciente jubilación. Para mí ha sido un verdadero honor aparecer como prologuista y colaborador de algunos de sus títulos. El sectarismo nunca ha sido una especialidad de la casa. Cuando yo le recordaba a Carmina que no era uno de los suyos, ella me contestaba con desparpajo: «Mira, tus relaciones con Dios son asunto vuestro». Apostaba sobre todo por el valor fundamental del encuentro, tanto entre la criatura y su creador, como entre gentes diferentes dispuestas a buscar en el otro el bien que pudiera ofrecerles.

Creo que mi encuentro personal con Carmina me ha deparado, como mínimo, el bien de una amistad muy firme y de una comprensión cordial de aspectos de una fe que me es ajena. El catolicismo posee la ventaja de la centralidad de la Virgen María, de lo que muchos no cristianos hemos sido conscientes tras el incendio de Notre Dame. La conexión vita, dulcedo et spes que invocaban los jóvenes parisinos al cantar la Salve con las llamas al fondo se sostiene en la maternidad mariana. Carmina Salgado la tomó por modelo y pudo así pasar el tiempo que le fue concedido en el mundo repartiendo alegría y bondad. Ha sido un verdadero privilegio compartir con ella algo de ese tiempo.