Manifiesto que suscriben entre otros Francesc de carreras, Joaquin Leguina y Nicolás Redondo Terreros
España se encuentra en un momento grave. La gestión del resultado de las elecciones generales del 10 de noviembre muestra una sociedad a la que se divide y tensiona por razones estrictamente partidistas más que por motivos políticos de calado.
Al rechazo que genera el proceder de nuestros dirigentes, se añade el cuadro de una representación parlamentaria más fragmentada donde prosperan los extremismos. Sepamos que caben otras opciones distintas de las que nos ofrecen y tengamos en cuenta que según cómo se despejen las incógnitas de la actual ecuación política, arriesgaríamos cuanto hemos logrado durante las últimas décadas que bien merece ser defendido. Con errores y aciertos, vivimos el periodo de progreso social y económico más brillante de nuestra reciente historia y con la Constitución, nuestra casa común, recuperamos las libertades y alcanzamos a la máxima dignidad, porque la ley nos hace a todos libres e iguales.
Además, procedimos a una redistribución territorial del poder político sin parangón en nuestra historia ni en los países de nuestro entorno. Obtuvimos por derecho y mérito propios un lugar relevante en la Unión Europa y una influencia considerable en la comunidad internacional. Si alguien pensara que estos consensos, frívolamente despreciados por algunos, pueden romperse unilateralmente se equivocaría. Porque constituyen una historia de éxito que merece ser defendida, más aún cuando nadie plantea alternativa mejor.
A los retos que tenemos como sociedad (desigualdad, precariedad laboral, disminución de la productividad del tejido empresarial, educación, transición ecológica, natalidad) se suman acuciantes problemas que nos interpelan como comunidad: polarización política y disgregación territorial. Polarización exacerbada por la pasión sectaria que antagoniza a las expresiones políticas de izquierda y derecha. Disgregación, por cuanto ante la desunión por motivos de un partidismo cerril, afecto solo a las siglas, los nacionalistas ven la oportunidad de fraccionar el territorio común, primero de los bienes que comparte la ciudadanía. Y es la quiebra de los consensos sobre cuestiones de Estado entre los partidos políticos nacionales la que otorga ilusión y esperanza a los nacionalistas periféricos, otorgando credibilidad a lo que es imposible.
Por eso, en estos momentos un gobierno que represente solo a una mitad del país no estará en condiciones de realizar las reformas imprescindibles para encarar el futuro ni conseguirá que cicatricen las heridas recientes. No lo estará un gobierno formado exclusivamente por el PSOE y Podemos. La situación empeora si consideramos que el gobierno que se prefigura habrá de contar, para cada paso, con la aprobación de fuerzas independentistas que no disimulan el objetivo de destruir nuestro devenir democrático común amparado en la Constitución. Además, resulta inviable la defensa del Estado del Bienestar a base de acuerdos con quienes pretenden destruir el Estado. Así que en estas circunstancias
ningún gobierno de España puede quedar bajo su dependencia. Sería un gravísimo error político y una irresponsabilidad que pondría en riesgo nuestras libertades y la convivencia ciudadana.
Creemos que el momento exige abrir una fase de colaboración constitucionalista y transversal, que sitúe la política española en posiciones moderadas, alejadas de los extremismos sectarios. Tras años de tremendismo verbal, de exageraciones partidistas, debemos propugnar el sosiego. Las formas para conseguir la concordia necesaria y que la democracia funcione correctamente pueden variar: coalición de gobierno o pacto parlamentario. Lo importante es que sirvan para fortalecer los consensos básicos iniciados en la Constitución de 1978.
Nos gustaría que el acuerdo al que se llegara para formar gobierno excluyera a partidos populistas y nacionalistas, y, en cambio, se apoye en aquellas formaciones políticas que ocupan el amplio centro del tablero político que, en definitiva, es el agrupa a una sobrada mayoría absoluta de votos y escaños. Sólo este acuerdo entre partidos centrales va a permitir el desarrollo durante cuatro años de una acción de gobierno, sólida y coherente, que contribuya a la concordia entre españoles evitando que el surco entre nosotros se agrande.