Carta a Pablo Iglesias desde Euskadi

EL CORREO 24/12/14
ROBERTO URIARTE TORREALDAY, PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL DE LA UPV-EHU

· El derecho a decidir no es lo mismo para todo el mundo y si se utiliza sin concretar a qué nos referimos, en vez de solucionar problemas, los puede agravar

Querido Pablo: antes que nada, quiero agradecerte tus esfuerzos por la forma en la que has abordado el ‘problema catalán’. Has hablado de tender puentes, has ofrecido a los catalanes un proyecto que les ilusione para que no se marchen de España y has retomado el magnífico concepto de ‘nación de naciones’, abandonado en el baúl de los recuerdos, cuando más necesario resulta. Por fin alguien se acerca de una forma sensata a un problema complejo. Enhorabuena por todo ello.

Sin embargo, me gustaría advertirte de un peligro, si me lo permites. Ten cuidado de acercarte a este problema con ingenuidad. Se trata de un problema muy complejo y que no admite atajos. Y creo que en tu discurso hay una pequeña ambigüedad. Se trata del ‘derecho a decidir’. Tú has dejado claro que crees que el derecho a decidir no sólo se debe aplicar a la solución del problema ‘identitario’, sino de todos los problemas, en una sociedad democrática. Perfecto desde esa perspectiva, porque en realidad estás hablando del derecho a la participación política, fundamental en toda sociedad democrática.

Sin embargo, el derecho a decidir no es lo mismo para todo el mundo y si se utiliza sin concretar a qué nos referimos, en vez de solucionar problemas, los puede agravar. Si preguntas a la Wikipedia, te contestará que el derecho a decidir no existe. Y si insistes, te remitirá al derecho de autodeterminación.

En suma, el derecho a decidir es un concepto abstracto, que carece de tradición y no existe en ninguna norma constitucional ni internacional. Y según cómo se utilice, puede significar cosas diferentes. Para la mayoría del mundo, el ‘right to decide’ tiene su origen en los movimientos contestatarios de los años sesenta y es el derecho a decidir sobre el propio cuerpo e incluye desde el derecho a abortar hasta la eutanasia.

El derecho a decidir de muchos nacionalistas, no coincide ni con éste ‘right to decide’, ni con el derecho a la participación política. Es en realidad un batiburrillo de este último derecho con el derecho de autodeterminación de los pueblos. La concepción nacionalista del derecho a decidir fue enunciada por el lehendakari Ibarretxe y se ha extendido a Cataluña e incluso a Escocia, adquiriendo unos contenidos cada vez más radicales. ¿En qué consiste? En una reformulación del derecho a la autodeterminación, pero obviando los requisitos y los condicionamientos para el ejercicio de dicho derecho.

La idea nacionalista del derecho a decidir se articula a partir de dos premisas:

1) una sociedad no es democrática si niega el derecho a decidir al pueblo soberano.
2) El pueblo vasco debe ser soberano para decidir en referéndum si quiere ser independiente. Luego, en consecuencia, no existe democracia hasta que se haga dicho referéndum.

Si seguimos dicha lógica, habría que llegar también a la consecuencia de que Francia no es una democracia y tampoco lo era Gran Bretaña, hasta que se permitió celebrar el referéndum escocés. Además, la ciudadanía ni siquiera puede no querer jugársela a cara o cruz en un referéndum independentista. No le queda otra. Y si seguimos con la misma lógica, se debe deducir que el problema nacional ha quedado resuelto en Escocia, una vez que se ha permitido al pueblo expresarse libremente.

En resumen, para algunos nacionalistas, el derecho a decidir no es otra cosa que el derecho a un referéndum independentista. Un derecho que no corresponde a todo ciudadano, sino a una nación concreta y tampoco corresponde a una parte de esta nación que no estuviera de acuerdo con el conjunto. Y este concepto es incompatible con el criterio tradicional de democracia y aún más incompatible con un concepto radical de democracia participativa como el que tú propones. Por eso, te aconsejo que aclares estas diferencias para no verte inmerso en dinámicas que no podrás controlar.

El problema nacional es uno de los grandes retos en un Estado democrático plurinacional. Y no existen soluciones fáciles. Las soluciones serán seguramente coyunturales y serán mejores cuanto más amplio sea el consenso que susciten. Y por mucho que quieran algunos, la solución no pasa necesariamente por que los partidos fuercen a los ciudadanos de un país a dividirse en dos bandos y a que se imponga uno de ellos por una exigua mayoría. Esa es sólo la última solución, cuando ya no queda otra.

Perdóname, Pablo, que me haya tomado la licencia de darte un consejo, pero quiero que sepas que lo he hecho porque por fin veo que alguien intenta abordar sensatamente y sin prejuicios un problema que a muchos nos hace perder horas de sueño.

Recibe un cordial saludo.