Miquel Giménez-Vozpópuli
Como contribuyente español me permito hacerle llegar algunas observaciones, en tanto que es usted el presidente de la nación
Ignoro si sabe cómo andan las cosas por esa calle que usted ha pisado poquísimo desde que empezó la pandemia. Ni siquiera se dignó acudir a cualquier hospital para dar ánimos a sanitarios y enfermos, o a los militares, o los familiares de quienes estaban debatiéndose entre la vida y la muerte. Tampoco acudió a ninguna de las muchas residencias en las que nuestros mayores murieron solos, bajo una capa de silencio cobarde, mientras desde su gobierno se instaba a la verbena en los balcones o se daban comedietas vergonzantes en la televisión pública.
No sé si tiene claro que todo lo que prometió en cuanto a los créditos ICO, a los ERTE o a las ayudas a los autónomos ha sido pura propaganda. Los ICO, insuficientes, complicados de solicitar burocráticamente hablando y apenas han llegado a las PYMES; los ERTE, todavía por cobrar en muchos casos y, a los que los cobren, Hacienda les pegará un palo terrible porque la retención es mínima; a los autónomos, que se acogieron al pago aplazado les han obrado de sopetón los atrasos. No hace falta un ministerio de economía para entender que, tras cuatro meses sin facturar ni un céntimo, no se trata de que te aplacen pagos, sino de que te perdonen la deuda o comprender que la mayoría no volverán a desempeñar su actividad, con la pérdida de puestos de trabajo e ingresos para el estado. Usted ha permanecido de brazos cruzados mientras el tejido productivo se ha destruido, sin prestarle la más mínima ayuda como sí han hecho otros países en los que, por ejemplo, se han condonado impuestos a autónomos y se han dado cantidades a fondo perdido para que puedan reiniciar sus actividades.
Como no sé si sabe usted lo que le cuento, se lo pongo por escrito. Es infumable que los políticos no hayan tenido siquiera el gesto de bajarse sus retribuciones
Le supongo informado de que las paguitas caritativas, dignas de las Pías Damas del Ropero son, en primer lugar, escasas, en segundo, discriminatorias, y en tercero, imposibles de mantener al reducirse drásticamente la recaudación de la hacienda pública justamente por desaparecer el número de personas que contribuyen a la misma. Eso nos lleva a la disminución del PIB y a que los servicios sociales y la beneficencia estén, ya, desbordados por las peticiones de comida. Comida, presidente. En su “nueva normalidad” la gente hace colas que dan la vuelta a la manzana esperando una bolsa de alimentos.
Como no sé si sabe usted lo que le cuento, se lo pongo por escrito. Es infumable que los políticos no hayan tenido siquiera el gesto de bajarse sus retribuciones. Es indecente que no conozcamos los trapicheos en la compra de material sanitario, los nombres de los proveedores. Es bochornoso que hayan cantinfleado con las cifras de muertos, que hayan ocultado que sabían antes del 8-M la gravedad de lo que se nos venía encima, que hayan cercenado libertades modelando ruedas de prensa a su gusto, que hayan permitido protestas contra la jefatura del estado alentadas desde el gobierno mientras prohíben acercarse a la residencia del vicepresidente, que hayan instrumentalizado a la Guardia Civil, que se haya reducido el parlamento a su mínima expresión, que hayan manipulado informes internacionales en su beneficio. En suma, que me parece una sinvergüencería todas y cada una de las cosas que se han hecho desde el gobierno que usted preside. Y no crea que disculpo al resto de administraciones, que si la central ha sido un auténtico desastre, las autonómicas y municipales no les van a ustedes a la zaga. Sufro como catalán y barcelonés a Torra y a Colau.
¿Los resultados? Miles de muertos, miles de familias destrozadas, nuestros sanitarios trinchados, desolados, desmoralizados. Una sociedad en la que el miedo a la disidencia cada vez es mayor, unos políticos que cada vez viven más aislados en su burbuja, una economía hundida, aniquilada, con miles y miles de personas condenadas al paro, y una clase media postrada para muchos años.
Lo peor es que a usted todo eso le da igual mientras pueda seguir en su sillón. Porque, efectivamente, es usted lo peor de esta pandemia. Es usted el peor virus, la peor receta económica, el peor espejo moral, el peor ejemplo a seguir. Y ahora, siga con su vida de maniquí de la nada. No sé si acabará siendo juzgado en esta tierra. Desde luego, cargos, los hay. Pero la historia, infinitamente más justa y cabrona, sabrá ponerlo en su sitio. Ah, y no, no se moleste en llamarme facha. Evítese al menos ese ridículo. Que en 1973, con catorce añitos, yo ya estaba en la CNT.