Cuando aumentan las esperanzas de que Batasuna consiga una negociación con el Gobierno o crear un polo soberanista, disminuyen las críticas a ETA entre los presos, y viceversa. Así, dar aire a las operaciones de Otegi reduce la masa crítica en las prisiones. La misiva de los ocho presos nada tiene que ver con un movimiento negociador, que hoy no existe.
Ocho presos de ETA han dado a conocer este fin de semana un documento en el que se desmarcan un poco más de la organización terrorista, aceptan la legalidad penitenciaria y defienden el derecho a acogerse a las medidas que contempla esa legalidad, critican a la izquierda abertzale y hablan del reconocimiento de las víctimas que causaron con su actividad.
Los firmantes son antiguos terroristas que tienen en sus espaldas un denso historial de víctimas y atentados en una trayectoria que se extiende desde finales de los setenta hasta 2001. Tres de ellos acaban de ser expulsados hace un mes del colectivo de presos y otros tres ya estaban fuera. Todos se habían ido antes de que los echaran. Algunos tuvieron un papel decisivo en la ruptura de la tregua de 1989 y otros fueron los más activos en la ruptura de la tregua de 1999. Algunos se habían significado ya en público por sus críticas a la violencia, otros es la primera vez que lo hacen.
La carta de este fin de semana no es un movimiento encuadrado en la estrategia de Batasuna que lideran Arnaldo Otegi y sus compañeros. Todo lo contrario. No hay más que ver la frialdad con la que ha sido acogida entre los que apoyan esa estrategia. Los líderes del grupo firmante de la carta son muy críticos con ETA, pero también con Batasuna y Otegi, aunque esas críticas no hayan aparecido en la carta.
En las cárceles, los presos que quieren salir pero no tienen el valor de criticar a ETA son los que apoyan a Otegi, mientras que los que se atreven a dirigir reproches a la banda terrorista son los que están en torno al grupo de la carta. Dentro de las cárceles hay unos vasos comunicantes entre el movimiento crítico y las expectativas de Otegi. Cuando aumentan las esperanzas de que la dirección de Batasuna pueda conseguir una negociación con el Gobierno o la creación de un polo soberanista, disminuyen las críticas a ETA entre los presos y viceversa. De esa forma, darle aire a las operaciones de Otegi reduce la masa crítica en las prisiones. La misiva nada tiene que ver con ningún movimiento negociador que hoy por hoy no existe.
Los que firman la carta del fin de semana están más en la línea del escrito que se conoció hace un año del abogado y preso Txema Matanzas en el que se daba por supuesto que no volvería a haber una negociación con el Gobierno. Y por eso están dando cada vez más pasos, porque han llegado al convencimiento de que nadie les va a sacar las castañas del fuego si no se mueven ellos mismos.
Unos movimientos son públicos, como la carta en cuestión, pero antes ha habido otros en el ámbito penitenciario. Han firmado cartas de ruptura con ETA, de reconocimiento del daño causado a las víctimas y la obligación del resarcimiento. Es cierto que esto último tiene más de simbólico que de efectivo, pero lo simbólico también tiene su importancia.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 18/5/2010