La izquierda cartagenera ya se cargó la I República española y ahora no va por mejor camino, flirteando con un PNV, que antes se cortaría la mano que firmar la Constitución.
Como no podía ser de otra forma, la iniciativa de Eudel, como recogía EL PAÍS, para crear plataformas en los ayuntamientos de apoyo a los amenazados, pactada por Ramón Jáuregui con los nacionalistas cuando era presidente de la gestora socialista, ha resultado un fracaso. El alcalde socialista de Rentería explicaba este resultado porque las gentes nacionalistas se encuentran mejor apoyando a los de Batasuna que a los constitucionalistas.
Sorprendentemente, el caos promovido por Ibarretxe tiene su capacidad de seducción en la izquierda cartagenera (fue causa de la caída de la I República y motivo del desprestigio del federalismo en España), en algunos profesores de derecho constitucional, no de etnología, entre esos constitucionalistas que en vez de decir España dicen Estado, y en el socialismo federal-asimétrico catalán. Posiblemente, sean tantas las ganas de echar del poder al PP que, de la misma manera que éste hizo antes, no se fijen en los medios a emplear, en los aliados que buscarse, y en las teorizaciones anarconacionalistas sobre una España que parte de una situación vasca irreal. ¿Por qué los socialistas catalanes, que tanto les gusta relacionarse y simpatizar con los nacionalistas vascos, no lo hacen con los nacionalistas catalanes?. Porque allí son la alternativa electoral, la legítima y coherente posibilidad de cambio después de veinte años de nacionalismo. ¿Por qué aquí no?¿Qué pasaría si desde el socialismo vasco se dijera algo tan cierto como que ya se desearía tener aquí un nacionalismo como el catalán?.
Hace días, la visión de la situación política vasca y de la manifestación convocada por el lehendakari daba pié a una apología del nacionalismo, del PNV, las posibilidades de colaboración con él, y una condena del PP. Ese artículo me hizo dudar si vivo en este país, donde todos mis amigos van escoltados, donde después de haberme pasado doce años de mi vida colaborando con el PNV acabé descubriéndome un día puesto a los pies de los caballos, cuando decidió irse a Estella a romper con todo de la mano de los acólitos de la violencia. Qué tiene que ver mi percepción de la realidad con la de una persona, Antoni Castell, con el que debiera compartir una misma interpretación de la realidad.
En mi humilde opinión, el Pacto Antiterrorista, logro del PSOE, nunca podrá dar cobijo al PNV, al menos a este PNV. Sería posiblemente exagerado decir que ya es el pacto de los demócratas, visto los apoyos que ha tenido posteriormente de CiU y de CC. El PNV no va entrar en él ni con fórceps, lo mismo que se cortaría antes la mano que firmar la Constitución. Pero antes de lanzar la sospecha sobre la naturaleza democrática del PNV se prefiere denunciar la limitación del Pacto Antiterrorista por la ausencia del PNV.
La causa del tensionamiento de la vida política vasca no ha sido el PP. La nueva ejecutiva socialista que sucedió a Nicolás Redondo tenía todas las condiciones para acercarse al PNV, quizás es que el PNV ni quiso ni dio posibilidades para ello. Las iniciativas que han seguido al Pacto Antiterrorista no han sido porque el PP quisiera romper relaciones entre los socialistas y el PNV, que sería legítimo, sino porque el PNV se va en sus reivindicaciones cada vez más lejos sustituyendo a las que en su día mantuvo ETA, recibidas con todo apoyo, precisamente, según el Euskobarómetro, por el electorado de Batasuna. El Pacto de Lizarra fue sustituido por el Proyecto Soberanista, y éste por el Plan Ibarretxe. Pero si el Gobierno del PP promueve la ilegalización de Batasuna es porque demócratas como Ana Urchueguía son acosados, si promueve el endurecimiento de las condenas es porque un exconvicto salido en condicional acaba de matar al guardia civil Antonio Molina, no para sabotear acercamientos, no para tensionar la situación, sino para ponerle freno, aunque de todos es sabido que esas medidas son rechazadas totalmente por el PNV. ¿Está ahí la causa por la que el PSOE no se atreviera a solicitarlas antes perdiendo la iniciativa?. Creo que no, pero el socialismo en estos temas tiene sus problemas.
Al nacionalismo vasco no le tiene que venir el PP a echarle de la Constitución, se va por propia voluntad, y de la mano de los terroristas. Pero lo que me preocupa no es que el PNV reciba más piedad de la izquierda cartagenera que los de izquierdas vascos que aguantan entre funeral y funeral. Me preocupa mucho más que se utilice la política antiterrorista del PP, en gran medida consensuada con el PSOE, para atacar al PP, y de paso mostrar servilismo hacia el PNV. Y, mucho más todavía, me preocupa que se introduzca el debate de diferentes proyectos de España, lo que nos llevaría a la reforma constitucional, precisamente con el problema vasco, que al fin y al cabo no es más que el problema del terrorismo y del nacionalismo vasco, nada que ver con proyectos factibles, nada que ver con España y con posibles soluciones de futuro. Precisamente todo lo contrario, una buena introducción para crear, este sí, un buen conflicto civil.
Eduardo Uriarte en EL PAIS, 17/1/2003