TONIA ETXARRI-EL CORREO
Y lo que ha conseguido, de momento, es un sonoro enfado del presidente de la Generalitat. Las cartas quedan al descubierto. Sánchez y ERC coinciden en sus prisas. El primero, porque necesita apoyo para aprobar sus Presupuestos. Los segundos, porque buscan la mejora de la situación de sus presos de cara a las próximas elecciones autonómicas. Pero Puigdemont y su valido Torra no tienen otro interés que volver a reeditar el escenario del 1 de octubre y ese plan no se concibe en una mesa de negociación. Ni siquiera coinciden con ERC en la figura del mediador. El eufemismo de que el relator sean todos los ciudadanos sugerido por Sánchez lo admite ERC. Pero Junts per Cat, no. Torra ha hecho de esta condición un ‘casus belli’ para entorpecer el foro de negociación, en el que piensa exigir un debate en torno a la ‘doble A’ (autodeterminación y amnistía). Junqueras podrá tener prisa para que se reforme el Código Penal y se tipifiquen los delitos de sedición, rebelión y malversación a la carta. Pero Puigdemont, desde Waterloo, no. Desde que los republicanos abandonaron a Torra a su suerte cuando el Parlament le quitó su acta de diputado por inhabilitación, la lucha fratricida entre los dos grupos independentistas se ha recrudecido.
La mesa se constituirá. El día señalado por Sánchez o en la fecha que diga Torra. Y seguramente tendrá un mediador. Que podría asumir ese papel el mismo vicepresidente Pablo Iglesias. El mismo que se ha apropiado de una expresión de Torra (‘apreteu’), traducida al castellano (‘que aprieten’), en su negociación con los jornaleros. ¿Qué puede salir mal?