- El compromiso que el presidente del PP adquirió en julio de 2018 fue otro: recomponer el PP hundido tras la etapa de Rajoy. No lo ha conseguido y lo sabe
Mala decisión ha tomado ayer. Casado solo tenía dos caminos: caminar o reventar. Podría haberse ido ya, como piden los viscerales, y dejar que Feijóo, Mañueco, Ayuso y el resto inicien una lucha interna por el poder
O, por otro lado, podría haber aguantado sustituyendo a García Egea y haciendo cambios en su discurso para gestionar la transición hasta el congreso nacional. Esto hubiera tenido sentido si fuera una convocatoria extraordinaria; es decir, para pasado mañana, no para el verano. En lugar de caminar ha elegido reventar, para pesar de muchos.
El asunto era si dimitía y que se las apañasen las distintas facciones ideológicas y territoriales del PP, que las hay muy variadas y no bien avenidas, o si hacía un último servicio al partido, y conducirlo hasta el congreso nacional. Sería este el último sacrificio, evitar la gestora, e irse como un señor porque absorbería todas las críticas y actuaría como árbitro hasta el final.
La solución a todo no pasa por la dimisión de Casado. La guerra civil está instalada desde hace tiempo desde arriba hasta la más pequeña sede y, además, el PP es un conglomerado ideológico y regional muy diverso. No es fácil gobernar ese conjunto, y menos dirigir una transición en plena crisis. La victoria de unos sobre otros es mucho peor que un acuerdo entre todos. El descabezamiento sin más traería un ajuste de cuentas y el enfrentamiento cainita por otros medios, y eso destruye. Es bueno no olvidar que no conviene hacer purgas en horas bajas, sino apretar las filas.
Largarse a casa hubiera sido la solución más fácil para Pablo Casado. Un “ahí os quedáis”, como hizo Albert Rivera. Esto sacaría de su vida privada la desazón y la ansiedad provocadas por una existencia política llena de sinsabores. Sin embargo, el compromiso que adquirió en julio de 2018 fue otro: recomponer el PP hundido tras la etapa de Rajoy. No lo ha conseguido y lo sabe. Por tanto, No va de Vox, sino de sus votantes.
Todo lo que no pase por ahí será un caos: gestora, convocatoria de congreso y elección de la nueva presidencia, todo esto en meses de luchas internas y portadas de periódicos. Mientras tanto, Sánchez gobernará por decreto con el acuerdo previo con comunistas y separatistas, y pondrá en marcha la Fiscalía y a su prensa para hacer añicos al PP.
Si la Ejecutiva Nacional del lunes próximo decide que Casado continúe solo será útil si es para mostrar la sintonía entre la presidencia del partido y los dirigentes territoriales. Esa paz solo se consigue con otro secretario de organización. El partido no solo está roto, sino que tiene a sus afiliados enfrentados entre sí. Un cargo que provoca la guerra civil ha fracasado. Es preciso reconocerlo y sustituir a Teo García Egea por una persona de consenso. Sin la imagen de unidad no hay alternativa que valga.
Ese acuerdo debe pasar también por hacer otro tipo de oposición desde mañana hasta el congreso, esa misma que Casado prometió en julio de 2018 y que ha apuntado solo de forma intermitente. Ser un “partido de Estado” no significa pactar con el PSOE y despreciar a Vox porque lo dice la izquierda, sino velar por los intereses del país y la conservación de la democracia. Los errores están para corregir la trayectoria, no para seguir firme.
La gente no espera políticos infalibles, sino humanos. En la situación actual ha de olvidarse la idea de que el líder fuerte es la persona perfecta que impone su dictado. Es preciso considerar, como cuenta el politólogo Archie Brown, que la fortaleza está en la capacidad para coordinar con eficacia un grupo heterogéneo. Porque Feijóo y Mañueco coinciden poco con Ayuso. Por tanto, sustituir a la persona sin cambiar el estilo de liderazgo, que debe ser de coordinación, sería mantener el mismo problema con distintos personajes.
Si Casado sigue después de la Ejecutiva del lunes los cambios tienen que ser muy profundos. Tenía un partido al alza en las encuestas, y ese logro no se puede dilapidar. Es una responsabilidad muy grande con su partido y con España, porque para eso sirve la política, para ser útil.
El tiempo lo cura todo. No es el primer dirigente que se equivoca al escoger a la gente con la que recorrer el camino. Ahí tienen a Esperanza Aguirre, por ejemplo, y eso no la ha invalidado para ser una política liberal de referencia. Incluso hay quien añora los tiempos de Rajoy. En fin. El tiempo dirá, pero siempre es preferible caminar, moverse y adaptarse, a reventar.