José Alejandro Vara-Vozpópuli
Los planes para derribar la Corona y dinamitar la Constitución se aceleran al cumplirse seis años de la proclamación de Felipe VI
Sorpresón en La Zarzuela. Pedro Sánchez se dignó mencionar al Rey en su último ‘Aló presidente’. No había incurrido en tal exceso de generosidad desde que arrancó la pandemia. Se trataba de anunciar que Felipe VI participará en la reapertura de la frontera con Portugal el próximo 1 de julio. Allí estará el jefe del Estado luso, Macelo Rebelo de Sousa y por supuesto,‘Mi Presencia‘ (sic) junto a su par vecino, António Costa.
Concluido el estado de alarma más largo y severo de Europa, Sánchez se muestra complaciente y le permite al Rey reanudar tímidamente su agenda. También accederá a que los medios públicos den la noticia. En estas duras semanas de pandemia, la intensa actividad de los Reyes apenas ha encontrado hueco en los informativos oficiales, especialmente en los de RTVE, donde el desprecio a La Zarzuela es la norma.
En su infatigable agenda de estas semanas, Felipe VI estuvo con los sanitarios y los militares en el hospital de Ifema, ese mausoleo del dolor que ni Sánchez ni Iglesias han tenido a bien visitar. No han puesto el pie en centro hospitalario alguno, no han acercado a visitar un enfermo, no consolar a un familiar, no abrazar a un médico. El presidente se dedicó a sus homilías dominicales y el vicepresidente a ver series en su dacha de Galapagar.
Felipe VI cumple este viernes el sexto aniversario de su proclamación como Rey. Seis años de Rey y seis minutos de jefe del Estado, como recuerdan algunos en honor de su histórico discurso del 3 de Octubre de 2017, que desbarató el golpe en Cataluña. No son tiempos de bonanza para la Corona. Medio Gobierno conspira afanosamente por tumbar la institución. El otro medio, con su presidente al frente, apenas hace algo para impedirlo. Salvo quizás la titular de Defensa, Margarita Robles, que esporádicamente osa abrir la boca en defensa de la Monarquía, de las Fuerzas Armadas o la Guardia Civil. El común de los miembros del Consejo de Ministros prefiere abstraerse, mirar hacia otro lado y sonreir perrunamente a Pedro en cuanto asoma por la puerta. Un amorfo equipillo compuesto por aduladores analfabetos y trepas incompetentes.
En la Casa Real aún retumba el estruendo provocado por el último estallido de las antiguas andanzas del Rey emérito en tierras del Golfo, con jeques y comisiones de por medio. Felipe VI rompió en marzo con su padre, le retiró el sueldo, los honores, renunció a la herencia y no ha vuelto ni a mencionarlo ni a aparecer con él en público. Don Juan Carlos, que ha pasado el confinamiento encerrado en sus dependencias de Palacio, está a la espera de movimientos en la Fiscalía del Supremo. Un obsequio a la causa monárquica de parte de la fiscal general del Estado que desempolvó este pestífero asunto que dormía el sueño del olvido en los cajones de Anticorrupción. Con todo el cariño de Dolores Delgado.
Vapulear al viejo Rey no es más que una excusa. Ahora se trata de caza mayor. El objetivo es derribar la institución. Ya lo desveló el ministro de Justicia: «Vivimos una crisis constituyente». En eso anda
La ofensiva contra la Corona sube paulatinamente de tono y esta súbita movida judicial sobre el Rey emérito no es más que otro áspero síntoma de lo que está en marcha. No hay que olvidar que el periodo del estado de excepción arrancó con una cacerolada convocada desde el sector chavista del Gobierno y termina ahora con el frustrado reclamo de una investigación en el Congreso. El peronista Gerardo Pisarello y sus cofrades independentistas se han quedado, por ahora, con las ganas. Habrán de consolarse con retirar los retratos del emérito de las dependencias parlamentarias. Pero volverán por más.
Podemos afila la guillotina. Vapulear al viejo Rey no es más que una excusa, fuegos de artificio. Ahora se trata de caza mayor, de derribar la cúspide de la institución. «Vivimos una crisis constituyente», desveló el titular de Justicia y notario mayor del Reino, Juan Carlos Campo, en sede parlamentaria. Fue el reconocimiento formal de lo que hasta ahora no pasaba de evidente sospecha.
Fantasma del golpe de Estado
He aquí el programa oculto, el plan secreto que en su día pactaron Sánchez e Iglesias. Dicen que la sombra de Roures por allí asoma. Un cambio de régimen, un golpe de Estado blando, como ahora lo han bautizado, sin asonadas ni espadones. La pandemia ha facilitado un escenario propicio a esta deriva autoritaria concretada en un mando despótico y sin contrapesos. Un estado de alarma para gobernar por decreto, un Congreso diezmado, una oposición silenciada, persecución a la Guardia Civil, a la magistratura, a los medios de comunicación no vasallos, a los empresarios críticos, a la población disidente. Paso a paso se avanza en la demolición del edificio constitucional, en el cerco a nuestro marco de libertades. Es la variante aggiornada del zapaterismo más tóxico, la España cainita, partida por el eje, el frentismo inclemente, la pulverización de los consensos de la Transición, del respeto constitucional, la resurrección de los despojos de la II República… El pasaje más negro y hediondo de nuestra Historia, está servido.
La Corona, último bastión de la concordia democrática, es el indisimulado objetivo de los desestabilizadores. Sánchez mantiene al Rey silenciado y enclaustrado. Le ha adjudicado el papel de mero comparsa, de figurante segundón con derecho a frase. Le tiene moralmente atrapado por las trampas de su padre. Pronto veremos cómo el villano Tezanos incluye en el CIS la pregunta sobre la Monarquía y sobre Felipe VI. Luego vendrá la campaña por el referéndum sobre la república y todo lo demás. Un camino conocido, un sendero ya tristemente hollado que, si nadie lo remedia, conduce inevitablemente al destierro.
Domeñadas la Abogacía y la Fiscalía del Estado, se produce ahora el asedio a la cúpula del estamento judicial. No es asunto nada fácil
Para consumar el asalto a nuestro edificio democrático, la patraña del progreso debe antes dominar por completo el estamento judicial. También están en ello. Han puesto en marcha una operación de propaganda para señalar a los jueces con el estigma del golpismo. Los involucran en maquinaciones antidemocráticas, en delirantes intentonas franquistas. Domeñadas la Abogacía y la Fiscalía del Estado, toca el asedio a la cúpula de los togados. No es tarea fácil. La mayor parte de los jueces ni se entregan por un ascenso, ni mendigan un cargo, ni se rinden a las presiones. Es una casta seria y venerable, compuesta por individuos independientes, de un patriotismo incontestable, los anti-garzones.
Los juegos ocultos de González
Toca ahora renovar el CGPJ y una parte del Constitucional. Para redondear sus planes, para sustituir a los moderados salientes por progresistas entrantes, Sánchez precisa de la anuencia del Partido Popular. Y aquí entra en juego Pablo Casado, de quien apenas se ha hablado en estas trágicas semanas de pandemia. Sin sus votos no es posible el baile de togas que pretende el Gobierno. Sin Casado nada es posible, ni renovación ni recambio.
En este frente ha de hacerse fuerte el PP. Es donde se verá realmente su utilidad como partido de Estado, como única alternancia posible en el poder. Aquí se va a librar una dura batalla, una virulenta tormenta de presiones. Casado, que ha modulado sus mensajes y ha templado sus discursos para complacer a los sondeos, haría mal en ceder. Necesita protagonizar un golpe de fuerza, un gesto de liderazgo.
El PP no puede entregar la Justicia a los que pretenden la voladura de nuestro orden constitucional. Si la Justicia se mantiene en pie, también resistirá la Corona y podrá acariciarse la idea de que no todo está perdido. Los jugueteos subterráneos de Felipe González y del Ibex caminan en esa dirección. Expulsar a Iglesias y salvar la institución. Las miradas y la confianza de la Zarzuela están puestas en Casado. El líder de la derecha habrá de blindar a la Magistratura y, después, avalar unos presupuestos desprovistos de Podemos. El consejo de Séneca: «Resiste firme y abstente fuerte».