Luis Ventoso-ABC
- Es cierto que los dos presidentes del PP ganaron a la tercera, pero…
Aznar está celebrando los 25 años de su significativa victoria sobre González, que demostró que era posible una alternativa liberal-conservadora en una España que parecía abocada a tener al PSOE como partido único ‘in aeternum’ (como ahora). Hace bien el hirsuto expresidente en recordar los innegables éxitos de su doble mandato. Acabó con ETA, merced a su visión de cercenar su enredadera monetaria y política. Liberalizó la economía, con resultados espectaculares (los españoles ocupados pasaron de 12 millones con González a 17,4 cuando él se fue). España gozó de una prestancia internacional que no ha vuelto. Además, entendió la importancia de las ideas en política y pensó antes de actuar, algo que ya no se estila (ahí está nuestro Sánchez con sus meras mañas de supervivencia). Pero Aznar también cometió sus humanos errores: a sus pies fermentó una montaña de cieno, le sobró soberbia en el tono, y no supo ver que Pujol estaba tejiendo taimadamente la malla que hoy ha convertido a Cataluña en una pesadilla.
Entre los actos del 25 aniversario se ha celebrado un interesante coloquio, moderado por Ignacio Camacho, donde Aznar, de 68 años, ha coincidido con Casado, de 40. Bajo la mirada distante de José María, Pablo convirtió su intervención en un ejercicio de autodefensa. Para justificar su atribulada situación, alegó que Aznar y Rajoy se beneficiaban de un cómodo bipartidismo, en una era donde además no existían ni la taquicardia informativa de internet ni el populismo actuales. También señaló que el triunfo del PP en 1996 llegó a lomos de la ola proliberal que siguió a la caída del Muro. Como pidiendo árnica, Casado recordó expresamente que Aznar y Rajoy dispusieron de siete años hasta que ganaron las elecciones. Y es cierto: los dos presidentes que ha tenido el PP triunfaron a la tercera. Casado lleva dos derrotas (en abril de 2019 se quedó a 57 escaños del PSOE y en noviembre recortó su desventaja a 31). A priori tiene razón: acorde a los precedentes de su partido le corresponde disputar unas terceras elecciones. Pero cabría añadir una cláusula: siempre que se perciba que tiene opciones de ganarlas. En el análisis de Casado falta un detalle clave. Si Aznar perdía, la alternativa era González, que a pesar de que acabó su larguísima presidencia salpicado por la corrupción y con la economía por los suelos, respetaba la Constitución, la unidad de España y la democracia. Lo mismo ocurría en la etapa de Rajoy: si él perdía gobernaba el PSOE, aunque fuese el de Zapatero, que ya desbarraba. Pero hoy, si el PP no logra una victoria electoral (es decir, aventajar a Sánchez y que su suma con Vox supere a Frankenstein), la alternativa para España es tétrica: otro mandato de Pedro y Pablo, con acoso a los discrepantes y con la unidad nacional y nuestros acuerdos constitucionales en peligro. Por eso Casado debe disponer de una tercera bala electoral, sí; pero si existen posibilidades de que haga diana. En caso contrario, lo generoso y cabal sería permitir que pruebe otra persona.