José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Soraya y los demás perdedores del 19º congreso popular están pendientes de esta relativamente imprevista tercera vuelta en la elección del sucesor de Mariano Rajoy
No ha transcurrido un mes desde su elección como presidente nacional del PP en el 19º congreso extraordinario de su organización y la titular del juzgado de instrucción nº 51 de Madrid, Carmen Rodríguez-Medel, imputa a Pablo Casado, indiciariamente, la presunta comisión de dos delitos: cohecho impropio y prevaricación, en grado de cooperación necesaria. Ambos se derivarían de un comportamiento supuestamente fraudulento en la obtención en 2009 de un máster en derecho autonómico en el instituto adherido a la Universidad Rey Juan Carlos que dirigiría el catedrático Álvarez Conde. A Casado le fueron convalidadas una docena de asignaturas y aprobó cuatro más con la mera presentación de trabajos cuya autenticidad pone ahora en duda la jueza, al punto de llegar a afirmar que su título —que no es habilitante para ninguna función en particular— ha sido un “regalo político”.
Como el presidente del PP es diputado por Ávila, está aforado ante la Sala Segunda del Supremo, a la que Carmen Rodríguez-Medel eleva una exposición razonada para que sea ese tribunal el que valore sus argumentos y, en caso de considerarlos solventes, nombre un instructor que investigue la conducta de Casado —y de otros—, le procese si es el caso, y le juzgue. La causa arrastra al Supremo a tres alumnas del mismo máster que cursó Casado —acusadas de iguales delitos— y a cuatro docentes. Mientras, sigue en tramitación la causa contra Cristina Cifuentes.
Para Casado y para el PP, esta exposición razonada —que introduce expresiones y valoraciones que van más allá de la asepsia de este trámite tan delicado y que anticipa la comisión de delitos que, como el de cohecho impropio, tan pocos antecedentes registra en la jurisprudencia del TS cuando no media una dádiva material— les produce el mismo efecto político que un golpe de calor: caen las constantes vitales y se produce un fallo multiorgánico. Más allá de metáforas: este paso procesal, muy provisional e indiciario, enajena los activos que tan fulminantemente ha querido acumular Pablo Casado en muy pocos días después de su elección.
La jueza magistrada afirma que su título —que no es habilitante para ninguna función en particular— ha sido un “regalo político”
Aunque consta que tanto él como su entorno están muy lejos de plantearse un itinerario que no sea el seguido hasta ahora, lo cierto es que el contratiempo es de enorme envergadura. Entre otras razones porque no solo nutre el argumentario de sus adversarios políticos (todos los demás partidos), sino también porque frena en seco la posibilidad de una rápida integración de los más significados representantes de la candidatura de Soraya Sáenz de Santamaría y de la misma expresidenta, que se negó a ocupar una vocalía en la ejecutiva popular que dejó vacante y a su disposición Pablo Casado.
La decisión de la Sala Segunda del TS sobre la apertura de una instrucción a Casado se prolongará meses, entre otras razones porque el presidente del PP puede interponer recurso de reforma contra la decisión de la jueza y, en su caso, de apelación. La permanencia mediática de este asunto revoloteando sobre el líder conservador lesionará muy seriamente sus posibilidades de ser considerado un dirigente cuajado, solvente y con un horizonte despejado. El asunto no remite al imaginario de la corrupción tradicional que tanto coste ha tenido para el PP, pero sí a unas prácticas —en este caso, académicas— que forman parte de esa otra corrupción grisácea que cabalga entre el reproche penal y la reprobación ética y cívica.
El golpe de calor político que ha dejado a Casado con las constantes vitales comprometidas no es un revés definitivo, porque nada está concluido hasta que la Sala Segunda del Supremo se pronuncie. Pero hasta que esa decisión se produzca, Casado y el PP van a tener que jugar el partido de la política española con las manos atadas y con su previsto goleador lesionado. Los populares deben recomponer su estrategia (la actual consistía en negar que este asunto prosperase judicialmente) y adelantarse a ofrecer algunas seguridades (si pueden) que la jueza Carmen Rodríguez-Medel pone en duda.
Deberán acreditar que los trabajos de Casado con los que aprobó varias asignaturas se elaboraron en su momento; que fueron entregados de manera fehaciente a los docentes; que es posible (o no) peritar el ordenador en el que se realizaron, y que existen otros casos de convalidaciones y fórmulas similares de aprobación de materias que beneficiaron a alumnos sin ninguna relevancia social o política que explicase que el máster no fue el ‘regalo’ que la jueza supone le hizo el chiringuito de Álvarez Conde a un joven Pablo Casado. En 2009, el palentino era uno más entre los muchos cargos públicos de aquel PP aguirrista que tanto daño y tan prolongadamente ha hecho a la derecha española.
El golpe de calor político ha dejado a Casado con las constantes vitales comprometidas, pero no es un revés definitivo
Soraya y los demás perdedores del 19º congreso popular están pendientes de esta relativamente imprevista tercera vuelta en la elección del sucesor de Mariano Rajoy. Y este acoso silente y desde dentro es el que más lesivamente puede erosionar a un presidente del PP que, con la inestimable ayuda de Cospedal, cerró con la derrota de la exvicepresidenta del Gobierno en las primarias del partido un marianismo rampante que ayer recuperó una remota esperanza de eludir su doble censura: en el Parlamento y en el partido.