- El PP no es uno sino trino y los ‘malos’, aquellos que no comulgan con la visión oficial, están esperando a la vuelta de la esquina
Debe ser por la proximidad de la Pascua, pero en este país cada vez se ‘resucita’ más rápido. Sucedió con Teodoro García Egea. Le mandamos al paro nada más saberse que el Partido Popular iba a ser apeado del poder en Murcia, la tierra del secretario general. Creíamos que ya estaría empaquetando sus pertenencias en Génova, para poco después, tras saberse de la fallida moción de censura y la descomposición de Ciudadanos, pensar lo contrario y encumbrarle. En apenas 24 horas, pasó de villano a gran samurái de la estrategia política.
Ni tanto ni tan calvo. Una reflexión en calma del tsunami que convulsiona al centro derecha lleva a colocar la dupla Pablo Casado / Teodoro García Egea en un callejón sin salida, donde ningún escenario es del todo bueno. Lo menos malo que le puede ocurrir al PP nacional es que Isabel Díaz Ayuso gobierne en coalición con Vox en Madrid y lo segundo menos malo es que pierda la comunidad a manos del PSOE.
Una victoria de Ayuso, en un escenario en el que Aguado desaparece del mapa (D.E.P.) y Monasterio tiene la llave del Ejecutivo, echa al PP en los brazos de Vox, lleva a Casado a ir de la mano de Abascal en las próximas citas electorales y le obliga a cambiar por enésima vez de discurso. La misma advertencia que tras la debacle de las catalanas: se puede tener un buen plan, se puede tener un mal plan, se puede incluso no tener plan, pero lo que no se puede hacer bajo ninguna de las maneras es cambiar de plan cada semana.
Lo que para Ayuso puede resultar una jugada maestra y su elevación a los altares, para Casado supondrá una larga travesía en el desierto
Casado habrá de aparcar de momento su idea de romper con Vox, tal y como apuntó en su discurso de la moción de censura («no somos como usted porque no queremos serlo»), y esperar a los resultados del 4-M. En Génova no les llega la camisa al cuello. Saben que el PP no es uno sino trino y que los ‘malos’ —entiéndase por ‘malos’ aquellos que no comulgan con la visión oficial y se sitúan en el ala de los críticos— les están esperando a la vuelta de la esquina.
Como muestra, un botón, el de Cayetana Álvarez de Toledo, que, en su tribuna en ‘El Mundo’, elogiaba el puñetazo sobre la mesa de Ayuso, que se convierte, según sus palabras, en la “oposición visible” al Gobierno de Pedro Sánchez, y criticaba veladamente la moderación de Casado, que es un «atributo que la izquierda y los nacionalistas te conceden cuando te portas bien. Es decir, cuando haces lo que a ellos les conviene».
A destacar, igualmente, el papelón que se le presenta a Cuca Gamarra, adalid de dicha moderación, a la que situaron como portavoz en el Congreso en sustitución de Álvarez de Toledo para centrar al partido y que ahora tendrá que volver a cargar las tintas para acompasar el discurso con los postulados más radicales de Vox.
Otro quebradero de cabeza que se le presenta a la dupla de Génova es el control del partido en Madrid, que ahora está en manos de una gestora que dirige Pío García-Escudero y cuyo congreso se celebrará previsiblemente entre finales de 2021 y principios de 2022.
Es de sobra conocido que el poder de Ayuso es un poder vicario, en tanto en cuanto ocupa la responsabilidad actual gracias a la delegación de confianza de Casado, al cual debe su puesto. Pero también es ‘vox populi’ que la presidenta de la Comunidad de Madrid vuela sola gracias a la gestión de la pandemia, su oposición frontal al Gobierno de Sánchez y las buenas artes de Miguel Ángel Rodríguez, demiurgo del adelanto electoral, cuya estrategia para encumbrar a Díaz Ayuso corre en paralelo a los recelos que su figura provoca en Génova 13.
«Si Ayuso gana con contundencia las elecciones, a ver quién es el guapo que le dice que ‘no’ a ocupar la presidencia del partido en Madrid»
En ese juego tan del PP como es el de reparto de poder para mantener a todos bajo control, se había pensado en una tercera vía entre Ayuso y Almeida, la vía de Ana Camins, para sustituir a García-Escudero en la presidencia del PP de Madrid, pero no parece que vaya a ser el caso. “Si Ayuso gana con contundencia, a ver quién es el guapo que le dice que ‘no’ a la presidencia del partido. No hay Ana Camins que valga”, anticipan en la dirección de los populares.
El hecho de que Enrique López, el hombre de Génova en el Ejecutivo de la Comunidad de Madrid, no haya sido agraciado con ninguna nueva consejería tras la ‘expropiación’ de cargos a Ciudadanos, ni siquiera con la portavocía, para la que ha venido demostrando buenas dotes y que ha recaído en Enrique Ossorio, resulta más que sintomático.
Para el alcalde Almeida, que de puertas para afuera aplaude la audacia de la presidenta, el órdago de Madrid también supone un jarro de agua fría por la ruptura del equilibrio de poder existente hasta ahora.Con todo y con eso, lo que más preocupa a Casado no son los juegos florentinos internos, sino la alfombra roja que le están poniendo al Gobierno de Pedro Sánchez para blindarse el poder. Lo que para Isabel Díaz Ayuso puede resultar una jugada maestra y su elevación a los altares, para Casado supondrá una larga travesía en el desierto. Si la Moncloa estaba lejos, ahora, tras la operación de Madrid, lo está todavía un poco más.
Por un lado, la desaparición de Ciudadanos —o, en su caso, las dificultades para pactar con esta formación tras la guerra desencadenada— aleja a los populares de un voto de centro que necesitan, sí o sí, para superar en diputados a la coalición de PSOE y Unidas Podemos más nacionalistas. Por otro lado, no hay mejor catalizador para la movilización de la izquierda que la ultraderecha y el miedo a que la fórmula de Madrid, la de un posible Gobierno del PP con Vox, se extienda por toda España.
A Casado se le está quedando cara de Gianni Bugno, gran ciclista, pero eterno aspirante a conquistar el Tour de Francia y siempre a la sombra de Miguel Induráin.