Nacho Cardero-El Confidencial
Nos habíamos hecho una idea, pero ahora tenemos los mensajes de Telegram. La teoría de la conspiración que se había sacado Pablo Iglesias del magín, según la cual existe un contubernio político, empresarial y mediático, con la Guardia Civil como punta de lanza, para dinamitar el Gobierno de coalición, no era sino una cortina de humo, un artificio confeccionado con retazos de ‘Juego de tronos’, ‘House of Cards’ y ‘Baron Noir’ para mantener distraída a la opinión pública y ocultar las disfunciones del Ejecutivo. Los mensajes del caso Dina han venido a confirmar que las cloacas del Estado no llevan tricornio, que lo que llevan realmente es coleta.
La teoría de la conspiración que ha esgrimido hasta ahora el líder morado tiene un origen cuasi freudiano. Cuenta con 20 veces más protección que cualquiera de sus compañeros de Gobierno y 10 veces más que algunos antiguos ministros en los peores momentos de ETA. Dispone de seguridad dinámica para los desplazamientos y seguridad estática para su vivienda, con dos agentes como mínimo las 24 horas del día. Los vecinos de Galapagar no han visto cosa igual. En ocasiones, la localidad parece bunkerizada. Está obsesionado.
Iglesias se malicia que entre los que protestan frente a su chalé puede esconderse un nuevo Ramón Mercader y manda al ex Jemad Julio Rodríguez, embozado en una mascarilla quirúrgica, a que vigile a los manifestantes. “Que tú seas paranoico no significa que no te estén persiguiendo”, decía Kurt Cobain.
El caso Dina sirvió en su momento al líder de la formación morada para alentar esta teoría de la conspiración, la de las cloacas del Estado, y al mismo tiempo hilvanar el argumentario para la campaña electoral de 2019.
La cronología de los acontecimientos resulta clarificadora: el 19 de marzo de ese año, se incoó la pieza referida a Dina Bousselham; el 23 de marzo, Iglesias volvía a la actividad pública después de un paréntesis por la baja de paternidad; cuatro días después, 27 de marzo, era citado como perjudicado en la causa. El 28 de abril, se celebraban elecciones generales. Podemos no tuvo que pensar la campaña. Se la dio hecha la Fiscalía: las cloacas del Estado vienen a por nosotros.
Un chat interno del equipo jurídico de Unidas Podemos, desvelado este miércoles por El Confidencial, desmonta ahora la teoría de la conspiración y destapa cómo Marta Flor, letrada de Dina Bousselham e Iglesias, gozó de un trato privilegiado por parte de la Fiscalía y manejó datos clave de la causa antes de que esta se pusiera en marcha, al tiempo que los representantes del Ministerio Público permitían que el vicepresidente se convirtiera en el único dirigente de la formación que figuraba en el procedimiento como perjudicado.
Los tejemanejes no habrían salido a la luz si no fuera por la persistencia del juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón —al que ya le han montado una campaña de difamación en redes, ‘modus operandi’ habitual—, y por una investigación que evidencia las contradicciones y artimañas de Iglesias y deja al político al borde de una doble imputación en el Tribunal Supremo por los delitos de revelación de secretos y daños informáticos. Iglesias no era víctima sino verdugo.
Iglesias no ha tomado conciencia de lo que supone ser el vicepresidente segundo del Gobierno. Todavía, cuando se mira al espejo, cree ver al líder del 15-M. Se equivoca. A estas alturas, debería saber que las tiendas de campaña de Sol se encuentran ya a muchos kilómetros de distancia de su chalé de Galapagar.