ALBERTO AYALA-EL CORREO

Si pensaba que nuestros políticos ya tenían trabajo suficiente con dejar de improvisar con las vacunas y con las restricciones contra la Covid. Con encontrar la puerta de salida a la gravísima crisis en que nos ha sumido la pandemia. Con Cataluña, que camina hacia otro Govern ‘indepe’. Además de con las trifulcas públicas entre los socios de Gobierno, es muy probable que tenga un fenomenal cabreo ante la tormenta política que se ha desatado estos días. Y con razón.

La moción de censura de PSOE y Ciudadanos contra el presidente de Murcia (PP). Y la fulminante respuesta de la popular Isabel Díaz Ayuso echando a los liberales de su gabinete y convocando elecciones anticipadas en Madrid -que PSOE y Errejón intentan evitar con sendas mociones de censura que no debiera avalar la Justicia- han abierto en canal la política española. ¿Y para qué?

Este ni era ni es momento para órdagos. Por más que Inés Arrimadas intente evitar el naufragio definitivo de Ciudadanos. O que Pedro Sánchez, harto de ERC y de Unidas Podemos, quiera acabar con el bloquismo y abrir espacios de transversalidad.

Arrimadas ha roto definitivamente con la herencia recibida de Albert Rivera. Sí. Pero su apuesta por volver a convertir a Cs en un partido bisagra, capaz de pactar a derecha e izquierda, llega tarde. Si se confirma que el PP ha roto el pacto contra el transfuguismo y ha ‘comprado’ a tres de los seis parlamentarios naranjas murcianos para que fracase la moción de censura PSOE-Cs contra el gobierno regional conservador será el final de los liberales.

Luego está la batalla de Madrid. En 2019, Cs fue la tercera fuerza, con el 19,42% de los votos y 26 escaños. Semejantes números son hoy una quimera y no descarten que los liberales queden fuera de la Asamblea de la comunidad por no alcanzar el 5% de los sufragios.

Isabel Díaz Ayuso quería elecciones anticipadas -aunque sólo podrá gobernar hasta 2023- y, con permiso de la decisión final del Superior de Justicia de Madrid, ya las tiene. Tras un año de estudiada confrontación con el Gobierno español a cuenta de la pandemia sueña con una improbable mayoría absoluta. Lo previsible es que gane pero que deba pactar con la ultraderecha, con Vox, para conservar la comunidad, lo que supondría el final del recién estrenado viraje al centro de Pablo Casado. Perder ante la izquierda significaría un descalabro.

Tampoco el PSOE las tiene todas consigo, bien al contrario. Si no logra apear al PP de Murcia, como parece, por la habilidad de los conservadores para los ‘tamayazos’, su apuesta por Ciudadanos para reabrir la carta de la transversalidad quedará en nada. Si, además, pierde los comicios en Madrid, donde ganó con claridad en 2019, se confirmaría que el suyo ha sido un órdago perdedor.

¿Y Podemos? Hace dos años los de Pablo Iglesias lograron representación en Madrid por los pelos (hace falta un 5% de los votos y consiguieron el 5,56%). Quedarse fuera de la Asamblea de Madrid, tras no obtener representación en Galicia, retroceder de manera importante en Euskadi y salvar los muebles a la baja en Cataluña sería un aviso altamente preocupante para los morados. Amén de que debilitaría al Gobierno de coalición.

En resumen, una lamentable trifulca que aleja a la política un poco más de la ciudadanía y debilita nuestra democracia.