Más allá de los desplantes airados de la consejera de Educación o de los presuntos intentos de españolizar Cataluña, el uso del catalán merece alguna reflexión más. Déjenme expresar ante todo mi respeto por esa lengua en la que se han dicho y escrito tantas cosas importantes. Pero déjenme manifestar que mientras Cataluña sea una Comunidad de este país, resulta lógico que se proponga en las etapas educativas obligatorias un uso de ambas lenguas cooficiales en proporciones equilibradas. Además hay mucha gente viviendo allí de otras regiones que quiere y tiene el derecho de recibir la enseñanza en español.
Pero permítanme deslizar otro argumento. El catalán, por muy respetable que sea, no deja de ser un idioma de ámbito restringido, mientras que el español es una de las grandes lenguas internacionales. Con el inglés y el español se va por todo el mundo, mientras que el catalán sirve para viajar de Llagostera a Vic.
No discuto que los niños catalanes aprendan catalán. Lo hacen en casa y deben perfeccionarlo en la escuela. Pero la gran apuesta es aprender bien el español y el inglés, bajo una enseñanza cuasi-bilingüe como la que se lleva a cabo en colegios e institutos madrileños. Pero la política tiene sus exigencias lingüísticas y esto es lo que está en juego. El catalán es un elemento de afirmación nacional, un instrumento de diferenciación territorial y un argumento más para favorecer la separación.
Una posible Cataluña independiente no puede hablar español. El llamado «modelo de escuela catalana» tiene por objetivo ir creando el caldo de cultivo para una futura segregación. El español se discrimina porque no favorece ese fin. Y al final, quienes pierden con ese modelo son los alumnos catalanes.
Rafael Puyol, ABC 17/12/12