TONIA ETXARRI-El Correo
La izquierda abertzale está tranquila, de momento, con el PNV. El partido del lehendakari Urkullu ha decidido competir en su mismo espacio radical, acompañándolos en la calle y en el Parlamento vasco. Una vez que ya no tiene que estar justificando el apoyo de sus cinco diputados a un Gobierno del PP, el PNV se va despojando de sus prejuicios iniciales con la radicalidad del ‘procés’ catalán. La ponencia de Autogobierno va avanzando en la Cámara de Vitoria con su distinción entre ‘ciudadanía vasca’ y ‘nacionalidad vasca’ y el denominado ‘derecho a decidir’. Con un paso más hacia la desconexión judicial al reclamar un Consejo General del Poder Judicial propio y que la máxima instancia sea la representada por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Sin otro órgano de apelación superior. Ni Tribunal Constitucional ni Tribunal Supremo. Adiós España. Coincidencia entre el PNV y EH Bildu. Elkarrekin Podemos ha pedido tiempo para asimilar el trago. El PP de Borja Sémper alerta: «Quieren lograr una Constitución vasca al margen de la legalidad». Y los socialistas, en ese encuadre tan incómodo de manifestar su rechazo a cualquier proceso que se aproxime a la ruptura (y el derecho a decidir es un primer paso) pero gestionando con prudencia sus discrepancias con el socio que les mantiene en el Gobierno de Ajuria Enea, que es el PNV.
Hasta ahora las propuestas que se van debatiendo en el Parlamento ofrecen una foto de coincidencia entre los nacionalistas y la izquierda abertzale. No es éste el consenso que pretendía lograr el lehendakari Urkullu para la propuesta del nuevo Estatuto pero el PNV ni pasa señas de querer rebajar los planes de desgajarse del sistema unitario ni parece tener intención de influir en la izquierda abertzale de otra forma que no sea la de acompañarle en la radicalidad.
Desde que empezó el ‘procés’ catalán, EH Bildu y sus plataformas satélites venían siguiendo la estela de los secesionistas. En el Parlamento y en la calle. Ayer la Cámara vasca aprobó una resolución, pactada entre la izquierda abertzale y Podemos y apoyada por el PNV, en la que se exige la puesta en libertad de los políticos independentistas en prisión provisional. Una injerencia de un Parlamento en la actuación judicial en toda regla, que fue denunciada tanto por los socialistas como por el PP.
Pero en tiempos de vuelcos y virajes, el PNV ha decidido apostar por su electorado más radical. Olvidándose del moderado, que no entiende su implicación tan activa en las manifestaciones de Gure Esku Dago. Una plataforma en favor del derecho a decidir que ha tenido que pedir perdón después de haberse descubierto su maniobra de recaudación que llegó a inquietar a no pocos hosteleros del Casco Viejo de Vitoria. Con el envío de misivas pidiendo que en bares y cafeterías aportasen el 10% de la recaudación del día en que se escenificó la ‘cadena humana’, algunos receptores volvieron a rememorar la pesadilla de la extorsión de los años más duros de ETA. Han pedido perdón, en general, sin reconocer que ese tipo de prácticas son intimidatorias. Que, teniendo una orientación tan política, no pueden ser consideradas como una transacción comercial. El PNV tendría que avergonzarse de esta situación. Y hacer un repaso de la involución en Cataluña donde el nacionalismo mutó a separatista, arrastrado por la corriente de los izquierdistas y populistas. Dónde empezó Convèrgencia y cómo ha degenerado. Para quienes apuestan por la legalidad, no parece un ejemplo a seguir.