Nunca tuvimos noticia de que entre Zapatero e Ibarretxe hubiese diferencias respecto al «proceso dialogado para ver el fin de la violencia en Euskadi». Lo que ha cambiado es, en buena hora, la actitud del Gobierno. Arrepentidos los quiere el Señor, y si ello no pudiera ser, al menos con voluntad de corregir errores.
Con nocturnidad y un poco de alevosía, el Ejecutivo de Patxi López ha dado cumplimiento a la sentencia del Tribunal Supremo y ha colocado la bandera española junto a la ikurriña en la entrada de Lakua, que es la sede del Gobierno vasco. Es un elemento más de la normalidad que se va extendiendo por Euskadi desde que López ha sustituido a Juan José Ibarretxe como lehendakari.
No es cierto que no hubiera pasado antes. Cuando Ardanza colocó la bandera española en Ajuria Enea, sede de la Presidencia, en enero de 1985, los partidarios del recién depuesto Garaikoetxea formularon críticas, a las que replicó el mismísimo Xabier Arzalluz: «Ahora se critica a Ardanza porque, en su calidad de ‘representante ordinario del Estado’ (…), iza en su sede oficial la bandera de ese Estado al que representa. Y se ignora que Aguirre tenía izada la bandera española en el Carlton (hotel de Bilbao, que fue sede del primer Gobierno vasco) y la llevaba en su coche junto a la ikurriña».
En realidad, todo ha pasado ya antes. Un suponer, las novedades que el miércoles anunció pomposamente el presidente del Gobierno en su primera y bucólica comparecencia junto al lehendakari López. «Ahora hay dos gobiernos, pero con una misma política» para «perseguir y erradicar la violencia». Error. La novedad no está en la coincidencia entre un Gobierno del PSOE y uno del PSE. ¿Qué podría haber de extraordinario en que coincidan «en una misma política», cuando están formados por un mismo partido? El presidente José Luis Rodríguez Zapatero y Patxi López coincidían también hace tres años, cuando el segundo velaba sus armas dialécticas tres días antes de su primera charla con Arnaldo Otegi.
Tampoco disentía mucho en esto del antecesor de López, si pasamos de la paz entre los hombres a la guerra entre las instituciones. Nunca tuvimos noticia de que entre el presidente Zapatero y el lehendakari Ibarretxe hubiese diferencias respecto al «proceso dialogado para ver el fin de la violencia en Euskadi». Lo que ha cambiado es, en buena hora, la actitud del Gobierno. Arrepentidos los quiere el Señor, y si ello no pudiera ser, al menos con voluntad de corregir errores.
La novedad no es la coincidencia política con López, ni como dirigente socialista, ni siquiera como lehendakari, sino el acuerdo con el principal partido de la oposición, la aplicación de una política de Estado contra el terrorismo. Tenía razón el PSOE al señalar la soledad del único partido de la oposición a partir del acuerdo parlamentario del 17 de mayo de 2005, que autorizaba al presidente a ensayar el diálogo con los terroristas para alcanzar la paz. Pero aquella soledad era también la suya, que cambió el apoyo de 148 escaños del Partido Popular por el de 38 que sumaban todos los demás, incluido el del lehendakari que precedió en Ajuria Enea a Patxi López.
Bien está lo que bien acaba, pero la novedad no está donde señala el presidente. Sí es novedad, en cambio, que Iñaki Gabilondo haya tenido el coraje intelectual de confesar un error sin paliativos, en la comparación con el presidente que no le quiso dar una entrevista: «Aznar tenía razón y yo no». Nadie más lo ha hecho y eso tiene un riesgo añadido para Iñaki, además de esta aliteración: puede empezar a recibir cantazos de su propio bando.
Santiago González, EL MUNDO, 3/7/2009