LIBERTAD DIGITAL 29/03/17
JOSÉ MARÍA ALBERT DE PACO
· Matrix, diría Girauta, si no lo hubiera dicho ya.
Hay en mi barrio un asador argentino que de puro delicado parece un bistró. No sólo por la decoración, exenta de cornamentas al uso; también por la finura con que tratan las carnes; nadie diría, en fin, que las vacas que someten a la parrilla son de Gerona. Al frente del negocio hay una pareja formada por un porteño (de Independiente, para más señas) y una paulista, y exceptuando el lapso cuatrienal de los Mundiales, el suyo es un amor sin estridencias ni empalagos. Son, además, afables, atentos y discretos. Y guapos, sobre todo él. Así y todo, no son perfectos, pues ninguno de los dos habla catalán; lo entienden, claro, pero no acaban de soltarse, lo que no obsta para que de vez en cuando se adornen con gambeteos tipo «al punt?», «poc feta?» o «volta i volta?» El glosario ad hoc, tratándose de bife y entrañas.
Y ni por ésas. En la app Catalapp, promovida por la Plataforma per la Llengua y dedicada a la valoración de la sensibilidad lingüística (sic) de servicios y establecimientos de los Països Catalans, mi boliche ha sido señalado con un disco rojo, lo que equivale a atenció molt dolenta (atención muy mala). Asimismo, en la sección de comentarios, una de las usuarias (¡una antigua conocida!) denuncia: «No parlen gens de català», aireando así su hartazgo frente a quienes le impiden «vivir en catalán al 100%», pues tal es el eslogan de la app, con lo que ello tiene de anhelo monstruoso. El otro reclamo no es más halagüeño: «Si estás cansado de ir a restaurantes, bares y comercios y que no te atiendan en catalán, Catalapp es tu herramienta». Si estás cansado de ir a restaurantes, sí, eso dice.
Me he llegado hasta el Renoir Floridablanca, a cuatro calles de donde vivo, y he visto que a los patrulleros de la sensibilidad no les ha pasado por alto que las taquilleras se dirigen al espectador en castellano. Luego, atenció dolenta. «Parece que estés en los Renoir de Madrid», remata uno de los opinadores. Y he seguido paseando. A vista de Catalapp, las calles presentan el aspecto de una retícula espolvoreada de círculos verdes, naranjas, amarillos y rojos. Matrix, diría Girauta, si no lo hubiera dicho ya.