El Mundo 26/11/12
DESDE que anunció la disolución del Parlament y la convocatoria de elecciones en septiembre tras la masiva manifestación de la Diada, tanto por parte de CiU y Artur Mas como por los medios de comunicación adictos se había insistido en el mensaje de que estas elecciones eran «históricas» por cuanto iban a marcar un paso decisivo e irreversible hacia la independencia de Cataluña.
En el mitin de cierre del último día de la campaña, Artur Mas -que volvió a apelar a «una mayoría excepcional»- se había proclamado en un tono épico y triunfalista «constructor de la libertad de Cataluña» y heredero de «los héroes» de 1714 que habían combatido contra España, según su sectaria visión de la historia.
Pues bien, Artur Mas tenía razón en una cosa: estas elecciones han sido históricas y el pueblo catalán se ha movilizado como él pedía, con una participación que supera en diez puntos a las anteriores autonómicas. Pero los electores han acudido masivamente a las urnas no para darle un mandato hacia la independencia, como él solicitaba, sino para dejarle en rídiculo al infligirle un durísimo castigo electoral que le retratará para la posteridad como un personaje de opereta.
CiU ha perdido 12 escaños y ha descendido en porcentaje de voto desde el 38,4% que logró hace dos años a solamente el 30,5% que ha conseguido en estas elecciones. Un enorme varapalo de las urnas que han echado abajo su planteamiento independentista.
Rodeado por sus cómplices políticos y visiblemente afectado, Artur Mas reconoció anoche que los resultados no eran los esperados, pero afirmó que él va a seguir al frente de la Generalitat en los próximos cuatro años. «CiU debe liderar este Gobierno, pero no podemos ser los únicos en asumir la responsabilidad del país», manifestó. Lo que no aclaró es si va a pactar con ERC, la formación con un mayor ascenso electoral, con el PSC o con el PP, pues con cualquiera de los tres sumaría mayoría. Artur Mas hizo una referencia a su consulta soberanista en su comparecencia ante los medios, señalando con la boca pequeña que «sigue en pie aunque no será fácil». Pero un dirigente que cosecha estos resultados debería dimitir por dignidad, máxime después de la pérdida de tiempo y de dinero que ha causado, de la crispación que ha generado en la sociedad catalana y de la falta de apoyo de las urnas a su proyecto maximalista.
Resulta muy evidente que una parte importante del electorado de CiU, el sector más moderado, no ha secundado el viaje independentista de Artur Mas, que se ha ido radicalizando a medida que avanzaba la campaña hasta asimilar su discurso al de ERC. No cabe la menor duda de que esa franja moderada de CiU, especialmente los que se identifican con Unió, estarían espantados de que su formación pactara con ERC, un partido de izquierda radical que está en contra de los recortes, defiende la intervención del Estado en la economía y el aumento del gasto público.
Los resultados demuestran que Catalaluña es mucho más plural de lo que creía Artur Mas, ya que los tres partidos -PSC, PP y Ciutadans- que propugnaban la permanencia de una Cataluña integrada en España han sumado casi los mismos escaños que hace dos años, resistiendo a la ofensiva nacionalista.
Ello debería hacer reflexionar a los medios que han apoyado el proyecto independentista de Artur Mas, entre los que destacan La Vanguardia y TV3, que han jaleado sus agresivas declaraciones y su consulta para romper con España. Hay que resaltar la responsabilidad en lo sucedido del propietario de La Vanguardia, que ha intentado encubrir la corrupción denunciada por nuestro periódico, poniendo al suyo al servicio de un proyecto aventurero, que situaba a Cataluña fuera de la UE.
Hay dos factores que, a nuestro juicio, han contribuido de forma muy importante a los pésimos resultados de Artur Mas. El primero ha sido la mala gestión de su Gobierno, que ha realizado unos recortes que han indignado a la población. Mas ha cerrado hospitales, ha implantado el euro por receta, ha disminuido el gasto en educación, pero, eso sí, no ha tocado su red de embajadas ni sus subvenciones a periódicos y plataformas radicales para el proyecto soberanista.
El segundo factor que le ha restado credibilidad es la corrupción que anida dentro de CiU, ese 4% de comisión que exigían sus dirigentes sobre los contratos de la Generalitat. No tenemos la menor duda de que las revelaciones del informe de la UDEF, publicado por EL MUNDO, han hecho un enorme daño a sus ambiciones. De hecho, son el único elemento nuevo desde que hace una semana las encuestas le daban un resultado sensiblemente mejor que el obtenido. Pero Mas también ha contribuido a su descrédito al envolverse en la bandera catalana y negarse a dar explicaciones convincentes sobre la cuenta de su familia en Suiza. Este periódico se siente orgulloso de haber logrado introducir el tema de la corrupción en la campaña, que Mas y Pujol querían evitar a toda costa. Ni se han librado de tener que rendir cuentas de su conducta ni han logrado avanzar hacia una independencia que, hoy bastante más que ayer, sigue siendo una quimera.