Antonio Casado-El Confidencial
- La repetición de elecciones no es opción. Las partes implicadas en la gobernabilidad rechazan con vehemencia esa posibilidad porque «Cataluña no se lo puede permitir»
¿Por qué se empeñan si en realidad no se soportan?”, se preguntaba un fino analista en este último sábado noche político de TV3 El campo especulativo de lo previsible solo ofrece dos opciones. Una improbable fumata blanca en las horas que faltan para esa segunda votación del martes (32 diputados de JxCat pasarían de la ‘abs’ al ‘sí’) y una menos improbable suspensión del pleno que, como reclama JxCat, daría dos meses más de margen para acordar el por ahora imposible pacto de legislatura.
El campo de lo imprevisible, en cambio, se presenta sin límites a la imaginación una vez consumada la ruptura entre republicanos izquierdosos de Junqueras-Aragonés y soberanistas burgueses de Puigdemont-Borrás. Desde la exploración de fórmulas transversales (apertura a la izquierda no independentista) hasta la vuelta a las urnas en julio si no hay presidente de la Generalitat antes del 26 de mayo.
El germen de la implosión sigue vivo y el fantasma del caos sigue planeando sobre el territorio
La repetición de elecciones no es opción. Las partes implicadas en la gobernabilidad rechazan con vehemencia esa posibilidad porque “Cataluña no se lo puede permitir”. Es en lo único que están de acuerdo. Pero tampoco eso es descartable estando la CUP por medio y habida cuenta que la desconfianza mutua entre ERC y JxCat marcó el final de la legislatura anterior por las mismas razones que marca el comienzo de esta.
El germen de la implosión sigue vivo y el fantasma del caos sigue planeando sobre el territorio. Simple reseña, que no opinión, sobre los nuevos episodios de rivalidad entre los dos grandes brazos del independentismo, que ni siquiera se ponen de acuerdo en la forma de compartir “proyecto y trayecto” en su común aspiración secesionista.
Los de Puigdemont-Borrás se han sentido subalternos desde que ERC declarase a la CUP «socio preferente»
Los de Puigdemont-Borrás se han sentido subalternos desde que ERC declarase a la CUP “socio preferente”. Y los de Junqueras-Aragonés, que parecen ir a rastras de sus competidores a pesar de haberles ganado en las urnas, no aceptan la principal exigencia de JxCat: que la agenda del nuevo “embate democrático” la dirija Puigdemont desde Waterloo, lo que conlleva romper relaciones con el Gobierno central.
Tan temeraria exigencia supondría reducir el papel del Govern de Pere Aragonés al de la mera gestión diaria de las ‘cosas’ (como diría Ortega) dentro del marco autonomista, mientras el Consejo de la República, que los republicanos ven “poco “representativo”, se dedicaría a confrontar con el Estado lejos de sus jueces y hacer visible la presidencia en el “exilio”.
Ahí radican las causas del desencuentro. Son las arrogantes pretensiones del expresidente de la Generalitat. Quiere controlar desde Waterloo el nuevo “embate democrático” (vuelta a las andadas del 1-O). Una ventaja que los de Junqueras-Aragonés no están dispuestos a otorgar. Pero para los de Puigdemont esa exigencia, que sería la base del pacto de legislatura, se ha convertido en la condición ‘sine qua non’ para sumar sus 32 votos del Parlament a los 33 de ERC y los nueve de la CUP para elegir a Aragonés en la segunda votación de este martes o en una nueva sesión de investidura a celebrar antes del 26 de mayo.