Javier Nart, EL ECONOMISTA 20/12/12
La cosa política catalana nos depara espectáculos fastuosos: un presidente de la Generalidad que, aspirando a una mayoría aplastante, convocó elecciones, que le dejaron en mayor minoría de la que antes disfrutaba; un partido político (Convergencia) que, envuelto en la bandera de la patria, se lanzó a la regeneración de Cataluña… mientras su sede social estaba embargada como consecuencia de la pestilente corrupción del caso Palau.
Un Partido Socialista en busca de su electorado perdido preguntándose a modo de psicoanalizable argentino qué es y a dónde va… y ahora el presidente y presidenciable Artur Mas, negociando con Esquerra Republicana un pacto de gobernabilidad que convertirá a este partido en un fabuloso monstruo bicefálico con una cabeza en el Gobierno y otra en la oposición.
Y todo ello cocinado en unas exigencias fiscales y políticas republicanas a modo de torpedo en la ya maltrecha nave convergente. Porque Esquerra exige (y Mas hasta ahora transige) no sólo la creación de un Estado paralelo, sino la multiplicación de impuestos, que afectarán decisivamente a los empresarios y a las clases medias catalanas, principal apoyo convergente. En conclusión, que en una Cataluña sedienta de inversiones la mitomanía de Esquerra y la buscada soledad de CiU dejarán el Principado en algo más que un secarral.
¿Quién diablos va a poner un euro en un territorio que dejará de ser comunitario en caso de secesión? Y, en estos momentos de máxima crisis, ¿qué inversiones se esperan donde la imposición tributaria subirá incluso (¡asómbrense ustedes!) para las limonadas y refrescos? Eso sí, caminaremos no con la frente bien alta, sino con la cabeza en las nubes, a través del desierto del Sinaí por donde Moisés/Mas errará (y nosotros con él si Dios no lo remedia) hacia su tierra prometida: la Cataluña económica y socialmente rota. ¡Todo por la patria!… con los bolsillos (los nuestros) vacíos.
Javier Nart. Abogado.
Javier Nart, EL ECONOMISTA 20/12/12