EL CONFIDENCIAL 04/08/15
JAVIER CARABALLO
· Con las elecciones ya convocadas, se acerca un poco más el abismo que el presidente Rajoy estableció un día como el final de todo este conflicto
Tan descolocados andamos con la estrategia de los independentistas catalanes que todos estos días atrás el debate político estaba detenido en la literalidad del decreto que Artur Mas iba a firmar para la convocatoria de las elecciones del 27 de septiembre próximo. Acaso porque pensaban algunos que Artur Mas iba a ser tan gil como para incluir sus pretensiones verdaderas en el decreto de convocatoria, cuando el presidente catalán tiene ya demostrado que guardará la legalidad escrupulosamente hasta el día que decida saltársela a piola.
Hasta entonces, como hizo ayer, la apariencia de legalidad será fundamental en sus decisiones, un elemento más en el discurso del agravio para que se le vea, sobre todo en el extranjero, como un gobernante legal al que se reprime por sus ideas, por su defensa de Cataluña. De hecho, en la declaración institucional que se emitió anoche tras la firma del decreto, fue en lo único en lo que insistió Artur Mas: “Estamos ante una situación excepcional porque hay una mayoría clara y rotunda de Cataluña que aboga por el derecho a decidir y se le niega continuamente”, vino a decir. Todo lo demás fue boato, un acto adornado de tanta pompa que se convertía en ridículo; parecía que Artur Mas, antes que un simple decreto de tres párrafos, estaba firmando el final del conflicto palestino o anunciando la vacuna contra el cáncer.
“En breves minutos, el presidente de la Generalitat firmará el decreto de convocatoria de elecciones; un decreto ajustado a la legalidad para evitar la impugnación del Gobierno español”, decía el periodista deTV3 enviado especial, segundos antes de la nueve de la noche. Y cuando, un par de minutos después, el presidente firmó el decreto, que rubricó con un “molt bé” sonriente, la misma televisión incluyó un rótulo que decía: “Última hora: el president de la Generalitat ha firmado el decreto…”, y sobre esas líneas aparecían el president arropado por los cuatro políticos que le escoltaron, vestidos todos como de boda. Luego, declaración institucional del presidente en uno de los patios del Palau de la Generalitat, con aires de discurso de Nochebuena y las mismas mentiras de siempre, que ya forman parte del ideario catalanista: “Somos un país con una historia milenaria, somos una nación milenaria”. En fin.
La única salida constitucional posible, que era convocatoria de un referéndum con las garantías que establecía la derogada ley, nunca se ha contemplado
La cuestión es que, con las elecciones ya convocadas, se acerca un poco más el abismo que el presidente Rajoy estableció un día como el final de todo este conflicto. Fue hace dos años, cuando ya se conocía la secuencia que se iba a desarrollar y que se detenía justo en las próximas elecciones catalanas. Convocatoria anticipada con triunfo previsible de los independentistas y constitución de un parlamento que declarará la independencia. Entonces, hace dos años, le preguntaron a Rajoy por esa secuencia y su contestación fue lacónica: “A ver a quién le da más vértigo”.
Lo que escribí entonces, diciembre de 2013, lo transcribo ahora literal con la única intención de contemplar de cerca el hastío de palabras gastadas, de debates repetidos una y mil veces en los últimos cuatro o cinco años. “La estrategia del presidente Rajoy se asemeja a una de esas carreras de las películas en las que los dos jefes rivales de bandas adolescentes conducen sus coches a toda velocidad hacia el precipicio y pierde quien, preso del miedo, se tira primero del vehículo. Gana el que aguante más, el que resista más, el que se acerque más al precipicio, pero hay veces que uno de los pilotos no controla la salida y la competición acaba en tragedia, con el coche estrellado en el fondo del abismo. Tal y como están planteadas las cosas, es probable que a lo que nos lleve el conflicto catalán sea a ese remedo de las carreras de coches frente a un barranco. Igual, a muchos hasta les motiva el vértigo de verse cerca del despeñadero, cada vez más cerca”.
¿Y de qué otra cosa que de la nada surge el independentismo y la justificación misma de Cataluña como nación milenaria oprimida durante siglos?
Con la firma de este decreto, otra vez estamos en la misma situación, a la espera de acontecimientos previsibles, sólo que un poco más cerca del abismo. La única salida constitucional posible, que era convocatoria de un referéndum con las garantías que establecía la derogada Ley de Referéndum que se aprobó para controlar el proceso autonómico en la Transición, nunca se ha contemplado, con lo que el conflicto avanza y avanza entre posiciones enfrentadas y cada vez más irreconciliables; un debate a ninguna parte.
Hace unos días, en la prensa catalana me sorprendió el titular de un reportaje en el que se detallaban los acontecimientos de los dos próximos meses. “El Big Bang de la política catalana”, se titulaba. Y es curioso el empleo del término ‘Big Bang’ porque si nos atenemos a la literalidad de lo que significa, resulta que expresa muy bien todo este desvarío. El Big Bang, que viene a significar ‘gran estallido’ o ‘gran explosión’, define el momento en el que de la nada surge la materia, que es el origen del universo. ¿Y de qué otra cosa que de la nada surge el independentismo y la justificación misma de Cataluña como nación milenaria oprimida durante siglos? Lo que ocurre es que luego, según la misma definición de Big Bang, lo que ocurre es que cada partícula comienza a alejarse rápidamente de la otra. Si esa es la previsión del Big Bang catalán, tendrían que ser los propios que lo proclaman los primeros en inquietarse porque la primera desunión será la propia de Cataluña. El gran estallido ya tiene fecha. Esa es la noticia hoy.