TONIA ETXARRI, EL CORREO – 08/09/14
· Los promotores de cadenas, Diadas y consultas redoblan esfuerzos para movilizar a la sociedad catalana.
Recién llegada de Cataluña, a donde viajo a menudo a visitar a familiares, amigos y compañeros de carrera y profesión con quienes compartí mis primeros años de periodismo, he percibido reacciones muy contradictorias sobre los festejos nacionalistas y el clima en la calle ante la próxima Diada del 11 de setiembre. Nada que ver con el año pasado, cuando la movilización en torno a la cadena humana era tan palpable en el ambiente ciudadano que los agitadores de la iniciativa se permitieron presumir del movimiento «espontáneo» que logró desbordar al propio Artur Más, quien terminó colocándose a la cabeza de la manifestación.
Eso sí, al día siguiente. Seguramente la demostración de aquella cadena humana del año pasado fue el momento álgido de inflexión de la movilización independentista. Porque ahora se ven menos señales, menos exhibiciones, de hecho, menos inscripciones . El impacto que haya podido producir la confesión del ‘deshonorable’ Pujol en el proceso independentista se verá en los actos del próximo 11 de setiembre. Y en la actitud que vayan adoptando los ciudadanos frente a la consulta ilegal.
Porque la opinión pública se va dando cuenta de que los políticos promotores de la consulta y la independencia de Cataluña les han ido colocando un relato que poco tiene que ver con la realidad. Por el contrario, van perfilando otras realidades socioeconómicas y aparece el miedo a que el espejismo se esfume, el castillo de naipes se derrumbe y la secesión no sea un sueño sino una pesadilla.
El caso es que estos días se palpa un silencio espeso lleno de dudas. Quizá sea el preludio del rugido de la marabunta. Pero los promotores de cadenas, Diadas y consultas no ocultan su preocupación. Y, a diferencia del año pasado, tienen que ser ellos los que se coloquen frente a micrófonos y focos de televisiones para animar a la gente a participar en lo que están llamando la «Diada definitiva». Son muchos, dicen. Pero necesitan ser más.
En esta comunidad autónoma que representa el 19% del PIB español, en donde sus gobernantes se niegan a aplicar sentencias judiciales como la del Tribunal Superior de Justicia que les dictaba la aplicación de la enseñanza del castellano en un 25% en cinco centros para atender las necesidades de ocho familias, envuelven los problemas en la senyera ,cada vez más ‘estelada’, sin resolverlos. Esta comunidad autónoma gobernada por un partido que está en quiebra técnica desde hace cuatro años, por lo menos, y cuya sede principal está embargada por el fraude del ‘caso Palau’, está herida en su orgullo de haber sido presentada, por los propios políticos tramposos y corruptos, como el «oasis» en relación al resto de España.
Esta hermosa tierra que ha sufrido los recortes en Sanidad impuestos por la propia Generalitat ha tenido que oír mensajes inquietantes. Mucho antes de que la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría, advirtiera a los catalanes que sus ahorros peligrarían con una Cataluña independiente, la propia portavoz de ERC se había encargado de empezar a poner ‘paños calientes’ sobre la herida.
Anna Simón, en un ataque de sinceridad, reconoció que en una eventual independencia los funcionarios y pensionistas, por ejemplo, tardarían en cobrar sus salarios. Funcionarios y pensionistas. Esos eslabones débiles del Estado del bienestar que vieron recortados sus derechos, incluso, cuando gobernaron ejecutivos socialistas, empiezan a oír las dificultades de convertirse en un Estado independiente. Y hacen cuentas mientras pasean por algunas ciudades en donde el alcalde de turno se olvida de pavimentar el adoquinado de las calles para que los abuelos y los niños no se caigan, pero que no falta a su cita por correspondencia con los vecinos a los que envía cartas redactadas, por cierto, exclusivamente en catalán.
Ya no se trata de permanecer dentro o fuera de la Unión Europea en el caso hipotético de que Cataluña se independizara. Se trata de satisfacer las necesidades más apremiantes. Los ahorros. Las pensiones. La atención sanitaria. La educación sin adoctrinamiento.
En los últimos sondeos, el 80% de los ciudadanos consultados opinan que el escándalo del clan Pujol lesiona la imagen de Cataluña. El ‘deshonorable’ ha conseguido que el Parlamento catalán se adapte a su agenda. Y no al revés. Comparecerá cuando él quiera. Y él quiere que sea en la semana del 22. Después de que su hijo haya declarado ante el juez. Ése es el «enorme respeto» que profesa el expresidente de la Generalitat a la institución parlamentaria.
En cuanto al 9 de noviembre, habrá convocatoria. No se realizará la consulta. El camino lo marcó el lehendakari Ibarretxe, a su pesar, en 2008. Si bien es cierto que en Cataluña se detecta mayor pulsión independentista en la calle que en Euskadi, los sentimientos (que de eso se trata cuando se habla de proyectos soberanistas) no pueden saltarse la ley. Y las normas constitucionales, mientras no se reformen, siguen siendo las mismas. Que una cosa es ir a votar y otra muy distinta hacerlo en una consulta ilegal.
Las últimas encuestas detectan que sólo un 23% de ciudadanos se muestran partidarios de ignorar la sentencia del Tribunal Constitucional. Habrá muchos independentistas catalanes en la calle el 11 de setiembre. Seguramente. Pero muchos de sus seguidores se han ido quedando en el camino después de las trampas de quienes fueron durante tanto tiempo una referencia de estabilidad y un símbolo de compromiso institucional. Y después de las mentiras con que se ha gobernado Cataluña durante tantos años. Y eso duele. Decepciona. Indigna, aunque no se quiera reconocer públicamente. Y desactiva.
TONIA ETXARRI, EL CORREO – 08/09/14