LIBERTAD DIGITAL 05/10/14
AMANDO DE MIGUEL
Llevamos más de una generación (30 años) con la práctica de que Cataluña o los catalanes son noticia de primera plana un día sí y otro también. El hecho no deja de ser notorio para una supuesta colonia que quiere separarse de la metrópoli. ¿No será más cierto que Cataluña ha sido la verdadera metrópoli económica de España? El problema es que ha dejado de serlo. Por eso sus clases dirigentes tienen que recurrir a la presión de ser continua noticia con la peregrina tesis de «España nos roba«. Ahora sabemos que los ladrones estaban dentro de Cataluña. Como puede verse, todo es cuestión de dar la vuelta a los significados de las palabras. Más bien, a lo largo de más de un siglo, se ha producido el hecho del arancel, favorable a las empresas catalanas y costoso para el conjunto de los españoles. Habría que precisar quién roba a quién.
El nacionalismo respira por la herida egocéntrica de «nosotros solos» o “nosotros mismos” (esa es la traducción del irlandés Sinn Féin). El equivalente catalán actual es la letanía del “derecho a decidir«, como si los demás no contáramos. En efecto, vamos a suponer que hay cuatro millones de catalanes que imponen la pretensión de ser independientes. Pero hay 40 millones más de españoles no catalanes que también tendrían que opinar. La razón es clara: Cataluña es una parte de España, se quiera o no. La consecuencia de esa desproporción es que el estereotipo del prejuicio anticatalán empieza a ser verdad en toda España. Se lo han ganado a pulso los obcecados nacionalistas catalanes.
La polémica se centra ahora en si se permite o no una «consulta soberanista«. Otra vez la confusión léxica. La expresión implica ya el resultado. Recuerda a los referendos de la época franquista: se suponía que eran siempre a favor de Franco, incluso en Cataluña. Añado mi opinión de que el referéndum es una institución escasamente democrática. Pero admito la tesis contraria según en qué casos.
Los árboles de la consulta soberanista o secesionista no nos dejan ver el bosque de la decadencia económica de Cataluña. Un dato: en lo que llevamos de año se ha desplomado la inversión extranjera en Cataluña. Es un desastre para todos los españoles, especialmente los que viven en Cataluña. A saber cómo será con una hipotética Catalonia independiente, sobre todo si se mantiene por un tiempo fuera de la Unión Europea.
La táctica inveterada del nacionalismo catalán ha sido la de quejarse para seguir obteniendo privilegios y favores económicos de Madrit. Siguen en las mismas. La táctica se disfraza ahora con fórmulas eufemísticas, como «el hecho diferencial» o el «federalismo asimétrico«. Curiosamente, no las promueve tanto la derecha como la izquierda. Precisamente, el problema actual es que la diferencia catalana ha llevado a muchos favores económicos. La asimetría federal supondría una desigualdad aún mayor. La gran masa de los españoles empezamos a estar hartos de tanta confusión. Las palabras con doble sentido acaban siendo graves injusticias. La hartura es mala cosa en la vida política.
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