Editorial de ABC 21/01/14
· La incógnita que debe despejar Pérez Rubalcaba es si el PSOE está en condiciones reales de actuar en Cataluña como un partido nacional y constitucionalista.
La cuestión catalana sigue teniendo en el PSOE un imparable efecto de discusión y enfrentamiento, aunque debe reconocerse que su dirección nacional está subiendo el tono de sus pronunciamientos contra el proceso independentista promovido por la Generalitat. Ayer mismo, la secretaria de Organización socialista, Elena Valenciano, anunció que el PSOE dirá un «no como una casa» a la independencia y ratificó el apoyo al Gobierno en su oposición a la consulta secesionista. El problema del PSOE es que la crisis abierta en el socialismo catalán por los tres diputados autonómicos que votaron a favor de la propuesta de que el Estado ceda la competencia para organizar la consulta no solo no cesa, sino que todo apunta a que los críticos irán sumando apoyos, como el que anticipó ayer el presidente del PSC de Barcelona, Jordi Martí.
La indefinición estratégica del PSOE sigue siendo la causa de su conflicto interno en Cataluña y del escepticismo que genera en el resto de España. Es plausible el pronunciamiento de Valenciano contra la independencia, pero, realmente, lo más fácil es oponerse a la secesión, porque es inviable desde cualquier punto de vista. Lo difícil para el PSOE es fijar los puntos concretos de entendimiento con el Gobierno para hacer frente a la presión separatista en Cataluña, porque su complemento al «no» a la independencia es una reforma constitucional federalista tan inverosímil –ahora y a largo plazo– como la secesión misma.
Y, aunque fuera practicable en un plazo indeterminado, esa reforma constitucional no da respuesta al desafío separatista que ahora mismo se está produciendo. La incógnita que debe despejar Pérez Rubalcaba es si el PSOE está en condiciones reales de actuar en Cataluña como un partido nacional y constitucionalista, visto que el PSC no asume con coherencia y unidad de criterio la representación que supuestamente le corresponde de la izquierda española.
Cabe razonablemente pensar que lo menos exigente para el PP y el PSOE es oponerse a la consulta soberanista, porque es solo una cuestión de legalidad. Lo que hace falta es que ambos coprotagonicen una política de Estado renovada, porque, aunque no haya consulta separatista en Cataluña, los movimientos políticos y sociales promovidos para impulsar la secesión han dejado obsoletos los discursos tradicionales de los partidos en relación con el nacionalismo. Hace tiempo que es necesario el activismo constitucionalista en Cataluña, una defensa militante de su inserción en España y una regeneración de los vínculos entre una y otra. El nacionalismo ha renunciado deslealmente al papel que se le asignó en la Transición constituyente y ahora ya no es parte de la solución, sino el problema mismo.